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Una veinteañera, Inesia, alias "la Rumana", a quien todos llaman "Ine", se convierte en la anfitriona de un relato por las oscuras galerías de la conciencia de una generación. Inesia o "Nesia", como decide llamarse artísticamente –es actriz de teatro– habla con su diario, con sus amigas, su ginecóloga, con el "amigovio" de turno, la compañera de estudio que se quiere ir a vivir al "Primer Mundo"... Ella vive en "un Aleph enloquecido". Y esa es la verdadera metáfora de la novela. Un aleph enloquecido por el que todos los puntos de una vida –de su vida– transitan en un instante.
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Un trabajo interesante y preciso sobre la oralidad; una lengua escrita que de a poco reconstruye la identidad de una narradora permeable a irrevocables tintes autobiográficos –o a precisas marcas, por lo menos, generacionales y de pertenencia–.
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The Romina Paula Experience El universo es apenas un puñado de percepciones. Todo lo que conocemos o creemos conocer consiste solo en lo que nos dictan nuestros imperfectos sentidos. Quizás a ello se deba que el recurso formal de acercarse a los personajes de una novela a través de la pura trascripción de sus diálogos resulte fascinante y perturbador. Es lo que sucede con ¿Vos me querés a mí? (así, con pleonasmo incluido) el debut novelístico de Romina Paula, autora teatral, actriz y dueña no solo de un oído privilegiado para el habla coloquial sino también de la notable capacidad de su traslado a la escritura. Sus personajes se saben atrapados por el lenguaje, y aún cuando intentan deconstruírlo trabajosamente con sus novios, parientes y psiconalistas (“Yo no dejo de ser una construcción, para vos, yo para vos soy lo que te cuento…”) lo único que logran es obsesionarse, ser invadidos por él: “No puedo no pensar” es la angustiosa queja.
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[Letteralmente, portal italiano de literatura Agosto 2006] Una delle novità editoriali più interessanti degli ultimi mesi in Argentina, il romanzo della esordiente Romina Paula ¿Vos me querés a mí? (Editorial Entropia, pp. 128, € 4,43) consiste in una serie di dialoghi serrati, a cui si alternano monologhi e riflessioni introspettive, espresse con un linguaggio fresco e diretto.
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Spinning on an axis [por Nicolás Mavrakis, mavrakisyvaldes.blogspot.com Julio 2006]
La quintaesencia de cierta literatura de género – opto por llamarla así, Mavrakis: literatura minita, ¿te parece? – es intentar bordear con la literatura esta voz – que es, por supuesto, una figura retórica - incapaz de articular su deseo, y que suele ser, siempre, la voz femenina. Claro: es una torpeza misógina asignarle el carácter minoritario a la voz femenina por su sola condición cromosómica. Las minoridades no se constituyen a razón de lo numerario. Se constituyen a razón de la designación, siempre arbitraria (siempre necesariamente arbitraria), de las mayorías. Es decir: en un mundo de hombres heterosexuales, la voz femenina (la mujer) es la minoría. Aunque, demográficamente - ¿pero qué importa esto a la mayoría real? - las mujeres sean la verdadera mayoría. Otra torpeza sería creer que, porque la autora tiene aproximadamente veintitantos años y habita los espacios de su novela; porque tiene inquietudes (estéticas), porque tantos etcéteras más o menos azarosos, recurre a la literatura como quien apela a una aparatología del yo. La literatura no tiene el deber de reflejar nada. Y si está impresa sobre buen papel, ni siquiera deber ser traslúcida. (Por otro lado: el género autoayuda no es todavía literatura). La literatura es una reivindicable serie de operaciones de distinto orden y de distinta graduación. Hablamos de literatura y hablamos de la figura retórica de una voz. Voces melindrosas e irritantes “¿En serio? ¿Y yo me enojé por eso? No puede ser. Bueno, no importa, la cosa es que me quedé pensando y la verdad que no sé si sirve de algo que te lo diga, pero igual te lo quería decir, que nada, que estuve pensando y que viste que la última vez que nos vimos yo estaba un poco rara, bah, como que me fui poniendo rara, porque estaba todo bien, pero en un momento me puse a pensar y como que me colgué porque es algo es algo que me pasa siempre, y ya sé cuando me empieza a pasar, me doy cuenta y no quiero que me pase, viene y ya sé, es una sensación que ya conozco y trato de combatirla y bueno, en eso estoy, y no es algo de lo que vos te tengas que hacer cargo, es algo más mío en realidad, pero es como que me miro de afuera y me pregunto “¿pero está bien esto que estoy haciendo”?. No se trata de inventar nada, se trata de trabajarlo de manera innovadora. La voz fémina – este tipo particular de voz fémina, la de la veinteañera cuya existencia es siempre una crisis – está extraordinariamente construida, por ejemplo, en la Samantha de Flores robadas en los jardines de Quilmes, de Jorge Asís. Y, por ser una voz fémina ligada a lo minoritario, también se vivifica, por ejemplo, en la voz de Manuel, el narrador gay de Los amigos que perdí, de Jaime Bayly: “Gracias, Sebastián, por todos los besos que me diste, por los inconfesables placeres que me enseñaste. Debo a ti la clara (y melancólica) certeza de que un hombre bien dotado para el amor puede procurarme ciertos placeres que una mujer, por muy hermosa y atenta que sea, no podrá concederme nunca. Como dice el bolero: contigo aprendí. Aunque, ahora que lo pienso, nuestra aventura fue brevísima, pues no duró más de tres meses. Pesa sobre mí la culpa de haberla terminado. Como te dije antes, me asusté, me acobardé, sentí que estaba enamorándome de ti y salí corriendo. No tuve coraje para vivir ese amor que pudo ser. Me he quedado con la triste sensación de que pudiste ser el hombre de mi vida, pero yo no te dejé: cuando sentí que perdía el control, un impulso autodestructivo me hizo vender ese departamento y alejarme de ti. Tomé un avión, me instalé en Miami y traté de olvidarte. ¿Por qué fui tan imbécil? ¿Por qué corté con tanta crueldad aquella ilusión, precisamente cuando todo iba tan bien? ¿Por qué te dejé desconcertado y me condené a tu ausencia? Cobardía, pura cobardía. Te quería, pero no me atreví a sentir ese amor, a dejarme invadir por ese amor, a vivir – aunque toda la ciudad me viese escandalizada – mi pasión por ti. Así de cobarde puedo ser, y tú lo sabes bien”. En calidad de figura retórica, la voz fémina es un objeto literario preexistente, dado a las reapropiaciones y usos permanentes. En este caso – en el caso de Bayly -, una resignificación de la voz fémina: la histeria como robo simbólico a la minoría mujer por parte de la minoría – aún menor - gay. Silly love songs Que es la clase de pregunta – la tragedia de una voz fémina atrapada entre los sentimentalismos de su propia competencia/actuación - que puede ponerse en serie con cierto bovarismo para llegar a la retórica de la revista Cosmopolitan – “¿Y vos en qué andás? ¿Tu chico?”-: el trazo de una fraseología que remite inmediatamente a toda canción – en voces también tipificadas, seriadas - de amor pop. Allí entonces los problemas sentimentales y los de sexualidad (problemas de inacabamiento): - ¿Resultadista? No entiendo qué me querés decir. Montajes 1 Otro repudio: hacia el universo desconocido de la masculinidad – “son todos iguales” -: “Faltaría agregar nada más que sufro – según el veredicto de mi estimada A. – de un agudo cuadro de lo contrario a la misoginia, o más precisamente de su equivalente masculino (que no es misantropía), mal para el que – vaya ironía – aún no ha sido inventado mote alguno”. Woody Allen “¿No querés sentarte sobre mi cabeza que hay lugar? Genial, genial W. Allen irritado por el neoyorquino imbécil escupiéndole teorías en el cuello, un momento genial. Vuelvo a marearme y es hora de partir”. (Se trata de la escena en que Marshall McLuhan sale detrás de un cartel y calla al “neoyorquino imbécil”, Woody mira a cámara y dice: “Ojalá la vida fuera tan sencilla”). Para tener en cuenta – otro de los montajes patentes en la novela – es la escena en la que Diane Keaton, en la cama con Woody, se levanta separándose de su cuerpo - que permanece en la cama con Woody, quien quiere hacer el amor con ella - y se sienta a fumar en una silla, mientras él la reclama entera (importa retener esta cuestión: la competencia de “querer” / la actuación de “coger”). Exasperación “Y el mareo, vos que sabés, ¿puede tener algo que ver con eso? No es fiebre, eso dicen, eso es otra cosa y vamos a llamarlo por su nombre. Creíste venir afiebrada y te equivocaste…” Entre el Enamorado y la voz fémina, el intercambio está mediado por cierta violencia simbólica. Montajes 2 El montaje esencial: el Sujeto (Conciencia) y el Objeto (Animal). ¿Por qué no se puede hablar de histeria en esta novela? Por un montaje literario. Entonces, lo Animal se armoniza con lo corpóreo (hyster, la matriz femenina) y la Conciencia ardorosa armoniza con la afección (itis, la inflamación). Hystera, Hysterikos, Histeritis. Cuerpo (Objeto) y Conciencia (Sujeto) en tensión. El montaje – ese ardor sintáctico - entre la voz fémina y el cuerpo femenino (siempre ligados al torbellino sentimental y las desavenencias físicas) provoca no leer histeria sino histeritis. - Mirá, tenés una pequeña llagita en el cuello del útero, no es nada grave, no te preocupes, pero va a ser mejor prestarle atención. Montajes 3 La novela familiar. El personaje de la abuela como registro de la melancolía, una novela histórica personal. Uno de los montajes. Otro montaje: el monologismo como confesionario: “Pero a lo que iba es a que mi deseo es que alguien me quiera por ser como soy cuando estoy sola, ja, por como soy cuando estoy sola, cuando estoy siendo sola y que me mire y me sonría ese alguien otro y me apruebe y acompañe y calle, tolere, eso, que sobre todo tolere mi silencio pero desde un lugar de sábado de sol por la tarde…” Otro montaje: el diálogo como distanciamiento: - ¿Y el pibe qué onda? ¿Distanciamiento respecto a qué? Al monologismo, que es el momento en que – ya veremos, ya veremos – la voz fémina más se acerca a perfilar, de una vez por todas, su deseo. Al margen de las instancias de diálogo – con amigas, terapeuta, madre, novio (“chico”, dice Cosmo) -, al margen de todo intercambio, la Conciencia – suerte de voz crítica: es decir, voz que le asigna coherencia a sus propios signos - se permite, mediante el monólogo, dar forma al deseo. El deseo – lo que se quiere, lo que no se quiere: la fantasía romántica (el amor) vs. el acto sexual (coger), esa tensión constante – como acto de lenguaje a orillar sin la mediación de terceros: “Actuar es ejecutar y coger es morir, decir coger es una forma de distanciar y distanciar es minimizar, minimizar es preservarse y preservarse es querer morir un poco menos”. “Creí que sabías que yo sí valoro las palabras, no sólo las valoro sino que las recuerdo y las colecciono, las colecciono y las cuido, cuido de ellas y por eso te pediría en ocasiones futuras recurras a ellas con más cuidado, con muchísimo recaudo…” El deseo poetizado – “yo si valoro las palabras…” – y el conflicto central de la protagonista: la voz fémina de una veinteañera, porteña, ABC1, convulsiva, insistente, carne opulenta de diván (las psicólogas, chamanes del ABC1), con inquietudes: la voz fémina de una veinteañera enérgicamente histérica; una voz melindrosa e irritable/irritante de la artista – ejecutora del montaje propio, de un estilo poético propio: apropiación de la figura retórica - que sólo quiere enamorarse (nada más, nada menos) a pesar del ruido. Ese ruido es: la novela familiar, el discurso psicológico, la consejería materna, el intercambio fraterno, el discurso amoroso, etc.: todos esos elementos que constituyen el montaje literario – un artificio, como el amor - de ¿Vos me querés a mí?: “¿Cuántas etapas de proceso, cuántos materiales y personas median entre ese resabio de materia prima que nos alcanza y uno mismo? Intolerable. Y todo todo todo todo no es más que nacer reproducirse y morir donde toda la gran parafernalia cultural no es más que un ruido, un ruido, un gran gran ruido heterogéneo hecho por todos a la vez, para no escuchar/enfrentarse a ese abrumador y abrumador silencio. Y en el medio, el cruel invento del amor”. Montaje 4 La película es la lógica del montaje. La construcción. El sueño, por otro lado, es aquello sólo interpretable. La clave, sin embargo, no se revela. Pero se repiten – hay múltiples relatos oníricos – fundando el juego propio de su propia esencia. Esencia – significado, interpretación del sueño-, se entiende, nunca develada. Lo onírico como lo interpretable nunca interpretado, en sintonía con la voz fémina (?) de una protagonista que actúa precisamente como análogo: la voz fémina exige, siempre, ser interpretada. Ancianidad y juventud ¿Qué es la juventud? El conflicto entre Conciencia/Cuerpo en permanente estado de ataque: “… me empezó a dar miedo que ellas se dieran cuenta y empiezo a sentir como que me baja la presión y se que me que puse blanca, porque me empezaron a preguntar si estaba bien… (…) Montaje 5 - Si, muy mal… Vos, igual, ¿sentías eso, de estar mintiéndole; o no sé si mintiendo, pero como de tocar lo que le contabas o no sé? En definitiva, los cinco protocolos de intercambio giran alrededor de la destitución de la hegemonía del Yo. No se trata de una aparatología sino de artificios de la escritura. El Yo – la portadora de la voz fémina, ? - se inserta en ellos y queda obligado a interactuar (en mayor o en menor grado, con mayor o menor éxito) con Otro (mamá, papá, novio, abuela, amiga, psicóloga). Mercado del Yo - ¿Ves? Eso quiero yo, no querer a nadie más. Estoy harta, mamá, harta, es todo lo mismo al final, un horror. Y siempre todos, cada uno cree que te va a rescatar, y que va a ser distinto, y yo también creo y después es otra vez lo mismo, no pasa nada. Por supuesto, es esta una arquitectura más ligada al espacio de lo social que al dominio del deseo. Happy end De Spinning on an axis a It don´t come easy.
* No es otra cosa, eso, que el Montaje. |