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  Querida familia:
Tomo 1
Cartas europeas (1956-1962)
Manuel Puig

400 páginas; 23,5x15,5 cm.
Entropía, 2005
ISBN: 987-21040-2-6
           
           
                 
Querida familia: Tomo 2        
 
       
 

En 1956, a los veintitrés años, Manuel Puig deja el puerto de Buenos Aires con una beca para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma. Durante los seis años de esta intensa experiencia europea, envía a su familia ciento setenta y dos cartas –firmadas con el apodo de Coco– en las que ya se evidencia la maestría narrativa de sus futuras novelas.

Rescatada del archivo personal del escritor, esta correspondencia ensambla varias historias simultáneas: la del viajero sudamericano que descubre Europa, la del espectador incansable que ahorra hasta la última moneda para poder pagar las entradas al cine o al teatro, la del estudiante extranjero, la del incipiente guionista, la del políglota que toma una nueva conciencia de su propia lengua. Y por último, quizás la más relevante de todas, la historia de una metamorfosis que convierte a Coco en el escritor Manuel Puig:
"Empecé a hacer una especie de bosquejo de los personajes antes de empezar el guión propiamente dicho y me entusiasmé y seguí... y está creciendo día a día... y puede salir una especie de novela ¿? No sé qué pasará, pero la gente que vio los primeros cinco capítulos pegó saltos de entusiasmo." Se trata, claro, de "La traición de Rita Hayworth", primera novela de Puig e hito fundacional de la literatura latinoamericana.

 

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Fragmento

Roma, martes 2 de enero de 1962

Querida familia:

Se me pasaron los días sin querer. Es un escándalo cómo pasa el tiempo, con las fiestas se me enredó todo. Por suerte ya pasaron, bastante bien todo. Para Navidad con las Muzi y Fenelli, para Fin de año una fiesta muy linda, internacional, en casa de un escritor muy agradable. Mario D'Amico. El almuerzo de Año Nuevo de nuevo con las Muzi. Les regalamos la película en 16 mm que les sacó un amigo de Fenelli para mandar a la hermana de Chile. Se hizo una parte en casa de ellas y el resto en la calle, en lugares típicos. Además les llevé unas copitas de plata que me había regalado Berrondo (a él se las habían regalado en la TV de Tokyo!) y el 1º le llevamos una gran torta. Ellas me regalaron un crédito en Scostal y con eso me compré un pijama (como ese de papá) y un pañuelo de cuello. Fenelli un despertador de viaje. Además ligué alguna macanita, corbatas, etc. El 28 lo pasé fenómeno, ese día que siempre es fatídico, esta vez salió bien. Empezando porque el 26 retomé el hilo del argumento que había interrumpido y hasta el mismo 28 trabajé un poco a la tarde. En vez de la película de “Nüremberg” que no llegó en original, fui a ver “Chateau en Suède” de la Sagan, en teatro. Una porquería, no me gustó nada. Después más parranda y así terminó el día. Este nuevo argumento es de una ambición desmedida y me parece que va a salir flojazo, pero en fin... No veo el momento de terminar con este experimento (no es otra cosa) para empezar uno sobre... Villegas. De ahora en adelante quiero hacer todo en base a datos que me ha dado la realidad y en Villegas tengo un filón extraordinario. No di nient. Cómo me gustaría volver a la Argentina a trabajar en serio, pero es tan tarada la gente de allá.... De todos modos me parece que se acerca el momento, en dos o tres años tendría que colocarme. Veremos. Mañana voy a Nápoles para iniciar el trámite de USA, así estoy cubierto por si no ocurre nada con "La tajada". Por favor hablale a Parrilla y decile que no deje que lo lea demasiada gente, sólo los que pudieran decidir algo. Asunto plata: en febrero (a principios) tendré que presentarme con lo que tenga, al cónsul, así que la voy a necesitar sin falta. Esta vez sí te ruego que no dejes de mandármela porque es una cuestión muy seria. Y con eso la plata de Gallo!!! Te ruego que te ocupes inmediatamente, no me explico por qué no me decís nada en las cartas. Escribí de nuevo a la Dante, ojalá que me salgan esos pesos porque voy a necesitarlos. Ni una palabra de USA a la Angelita o a nadie. ¿Qué más? Creo que eso es todo en cuanto a encargues ¿te hincho mucho? A mí también Fenelli me aconsejó que publicara ese argumento, le parece que ya tiene un valor así como está en el papel. A mí no me parece lo mismo, porque en filmación le podría dar un realce enorme. Sobre todo en la parte de la reclusión de la protagonista en el Barrio Norte y esas caminatas que se hace. En fin.... que si tuviera que filmarla me resultaría sencillísimo porque la veo toda ya. El que estoy haciendo ahora me preocupa un poco porque es más dialogado todavía. Va a ser soporífero. Quiero opiniones detalladas de papá y Stronzissimo. Les escribiré pronto a Carmen y a María. Desde “Splendor in the Grass” no fui más al cine. Hice "Don Camillo monsignore", hincha. Bueno sin más muchos besos, espero que lo hayan pasado bien en las fiestas.

Coco_

Mamá: te ruego silencio sobre lo de Villegas. Que papá no diga a nadie.

 

       
         
                 
 

Autor

 

 

 

 

 

         
                   
                               
           

Manuel Puig (General Villegas, Argentina 1932 - Cuernavaca, México 1990) es hoy uno de los autores latinoamericanos más leídos y traducidos. Su escritura cuestiona los estereotipos sociales, sexuales y literarios. En 1973, cuando publicó su tercera novela, The Buenos Aires Affair, recibió amenazas de muerte que lo obligaron a abandonar el país. Desde entonces, su obra no dejó de recibir premios ni de incomodar a sectores autoritarios en el terreno de la política y la cultura. En 1982 fue nominado al premio Nobel de Literatura después de la representación en Estocolmo de la adaptación teatral de El beso de la mujer araña. Dejó un importante archivo de manuscritos.

Novelas: La traición de Rita Hayworth (1968), Boquitas pintadas (1969), The Buenos Aires Affair (1973), El beso de la mujer araña (1976), Pubis angelical (1979), Maldición eterna a quien lea estas páginas (1980), Sangre de amor correspondido (1982), Cae la noche tropical (1988).

Teatro: El beso de la mujer araña (1983), Bajo un manto de estrellas (1983), Misterio del ramo de rosas (1997), Triste golondrina macho (1998).

Guiones cinematográficos: La cara del villano (1985), Recuerdo de Tijuana (1985), La tajada (1998), Los siete pecados tropicales (2004), Muestras gratis de Hollywood Cosméticos (2004), Pubis angelical (2004), Boquitas pintadas (inédito), Tango Muzik (inédito), Vivaldi (inédito).

Comedias musicales: Amor del bueno (1998), Muy señor mío (1998), Tango de la medianoche (Gardel, uma lembrança) (1983), Un espía en mi corazón (inédito).

Relatos y crónicas: Los ojos de Greta Garbo (1993), Estertores de una década (1993), Un destino melodramático (2004).

   
                               
 

Reseñas

 

 





Radar Libros
(Patricio Lennard)

La Nación Revista
(Fabiana Scherer)

Diario Reforma _México
(Carlos Arias)

Linkillo.blogspot.com
(Daniel Link)

Punto de vista
(Adriana A. Bocchino)

 

[Los nrockuptibles]

 

No quemes esas cartas

por Patricio Lennard

 

¿Cuántos años pasarán antes de que avispados herederos decidan publicar póstumamente los e-mails de algún escritor argentino? ¿Qué autor, entreviendo un futuro semejante, no se ha preocupado alguna vez por cuidar el estilo de esa escritura evanescente que incita el correo electrónico? Convertidas las cartas casi en vestigios del pasado (y sin saber quién será el primero en legar al porvenir un epistol@rio publicable), la correspondencia de Manuel Puig es, con seguridad, uno de los últimos exponentes del género epistolar que verá la luz en la literatura argentina.

Puesto que los géneros íntimos dejaron de tener, en el siglo pasado, una función meramente documental para volverse, ellos mismos, literatura, las cartas de Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik, así como las misivas secretas que Leopoldo Lugones le envió durante años a su amante, Emilia Cadelago (varias de las cuales él firmó con su sangre), son parte destacada del corpus textual al que la correspondencia de Puig viene a sumarse. Este volumen compilado y anotado por Graciela Goldchluk –el primero de una serie de tres tomos– reúne las cartas que el autor le escribió a su familia entre 1956 y 1962 desde Europa, hacia donde partió luego de ganar una beca de estudio en el Centro Sperimentale di Cinematografia, en un momento (los años ‘50) en que Roma era “Hollywood junto al Tíber”.

Redactadas sin sospechar su destino de escritor (sólo hacia el final del libro se avizora el momento en que Puig halla esa voz de una tía que excede la escritura de un guión y origina La traición de Rita Hayworth), las cartas ponen en escena tanto la vida del joven estudiante que se las rebusca haciendo traducciones y dando clases de idiomas como el diálogo incesante que tiene con su madre sobre las películas que ve y las estrellas de cine que veneran. En este sentido, las ocasiones en que Puig se cruza con Sophia Loren (“pese a que tiene granos en la cara me pareció algo de no creer”), con Vivien Leigh (“justamente esta mañana la vi por la calle y estaba hecha un estropajo”), o con la mismísima Rita Hayworth (“Rita insegurísima como actriz, se equivoca siempre, nada de memoria, además para comedia no sirve”), son algunas de las perlas del anecdotario del autor que Querida familia nos regala.

Las cartas de este tomo reflejan, entonces, los años en que “Coco” (su apodo familiar) tuvo su contacto inicial con la realización cinematográfica, en que escribió sus primeros guiones y conoció a Vittorio De Sica, y se deslumbró con la capital francesa (“París, París, estoy reloco, quiero vivir 1000 años en París”), al tiempo que empezaba a sentir ese rechazo hacia la Argentina que sería una justificación para su exilio (“Pienso en Buenos Aires con horror, ¡qué desgracia haber nacido en esa olla podrida!”). Instalado sucesivamente en Roma, París, Londres y Estocolmo –y sin privarse de recorrer casi toda Europa en los seis años (con un intervalo en 1960) que duró su periplo–, Puig esboza a su vez un diario de viaje en que afloran su sentido del humor e ironía: “El viernes fui a Castel Sant’Angelo, que es una especie de fuerte donde en un tiempo vivieron los papas. Está lleno de reliquias y resulta muy interesante. Qué buenos los papas, qué imaginación celestial tenían, ¡qué porquería de gente!”.

Si la crítica ha sostenido que la literatura de Puig funciona en el continuo escamoteo de una voz personal y de un estilo (Juan Carlos Onetti decía saber cómo hablan los personajes de Puig, pero no cómo éste escribía), podemos pensar que en el lenguaje de entrecasa que se oye en las cartas resuena, espontánea, la voz del escritor. En los sobreentendidos familiares, en los encargos, en las trivialidades con que lo cotidiano se filtra en la escritura (y que abren la pregunta de si a Puig le hubiese gustado que estos textos sean leídos por el público), hay algo que remite a la banalidad de las charlas de sus personajes novelescos. Algo que confirma, en última instancia, que Puig también es un personaje de Puig. El reemplazo de la biblioteca por la cinemateca (base del mito del escritor iletrado que se encargó de construir con eficacia) se ve en las múltiples referencias a películas y en los pocos libros que menciona. De este modo, si El beso de la mujer araña puede ser vista como un compendio de su cinefilia, su correspondencia funciona con la m inuciosidad de un catálogo de los cientos de films que vio en aquellos años. “Cinemaniático” antes que cinéfilo, Puig no sólo evita en las cartas el tono esperable de un “experto” (“Vi Senilità, más o menos, Bolognini está tan frío, no me comunica nada. La Cardinale está gorda y pesada como de costumbre”) sino que también deja ver cómo su manía por el cine lo lleva a la literatura sin seguir –en más de un sentido– esa tradición de escritores-críticos de la que Borges es centro indiscutible. Puig compone así una risueña caricatura del crítico cinematográfico que podría haber sido.

En un pasaje de El mundo de Guermantes, Proust le hace decir a la condesa de Arpajon: “¿Han observado ustedes que con frecuencia las cartas de un escritor son superiores al resto de su obra? ¿Cómo se llama ese autor que escribió Salambó?”. Si una opinión semejante es incluso desmedida en el caso de Flaubert, las cartas de Puig –sin ser mejores que sus novelas– son un epílogo póstumo a su obra literaria, una autobiografía improvisada, una “novela” de iniciación en que aparece el artista cachorro. El artista cachorro que ensaya sus ladridos en lugar del león de la Metro Goldwyn Mayer.

 

 

 

             
     
               
             
         

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[La Nación Revista]

 

De Coco a Manuel

Por Fabiana Scherer

 


Manuel Puig tenía 23 años cuando, en julio de 1956, partió para Roma a estudiar cine en el Centro Sperimentale di Cinematografía. Un año más tarde, decepcionado por el contenido programático, abandonó esos estudios, pero se quedó vagando por Europa nada menos que seis años. Todavía lejos de ser el autor de novelas tales como La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, de ser amenazado de muerte en 1973 -por su novela The Buenos Aires Affaire- y verse obligado a dejar la Argentina, Puig era Coco, el hijo de Baldomero y Male Deliedone, y hermano de Carlos. Durante aquellos años europeos escribió muchísimas cartas a su familia, que ahora aparecen recopiladas en Querida familia, Tomo 1, Cartas europeas (1956-1962), el libro recientemente publicado por la editorial Entropía, prologado, compilado y anotado por Graciela Goldchluk.
El volumen reúne algunas de todas aquellas cartas en las que Puig habla de los días y las horas, el tedio y los vestiditos de Chanel, el frío y las calles, el deslubramiento y el hastío, el cine y General Villegas.
Con cada ejemplar de Querida familia, el lector encontrará una postal escrita de puño y letra por el autor, una de las tantas que envió a su gente durante aquelIos años. La que acompañaba el volumen que aparece en esta nota decía, a modo de despedida, con ese estilo entre coloquial y exquisito que transformó a Puig en una delicadísima máquina demoledora de muchas prosas anteriores: "Hizo días de mucho frío. Por suerte llevaba ropa”.

 

 

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[Diario Reforma, de México]

 

Publican las cartas de Puig a su madre

Por Carlos Arias

 

Cuandose cumplen 15 años de la muerte de Manuel Puig ocurrida en Cuernavaca, Morelos, una pequeña editorial dedicada a los nuevos autores de este país publica por primera vez una edición con las 172 cartas que el escritor le envió a su madre, Male Delledone, entre 1956 y 1962, cuando estudiaba en Europa. El libro Querida familia: es una recopilación de la correspondencia entre Puig, quien fi rma con el apodo familiar de "Coco", y su madre, quien fungía como interlocutora ante su padre, Baldomero, y su hermano menor Carlos.
A dos semanas de su salida al mercado, con mínimos recursos publicitarios, el volumen se ha convertido en una de las estrellas de la Feria del Libro de Buenos Aires, que comenzó el lunes pasado y tiene como uno de sus puntos centrales un homenaje a Puig en el aniversario de su muerte, señaló Juan Nadalini, directivo de Editorial Entropía.
Las cartas, enviadas por Puig durante los seis años en que estuvo en Europa, tras llegar como estudiante al Centro Sperimentale di Cinematogra-fi a de Roma, habían sido consultadas y citadas por su biógrafa Suzanne Jill Levine, pero permanecían inéditas.
Sólo a partir de 1999, la madre y el hermano de Puig se las facilitaron a un grupo de investigadores de la Universidad de La Plata que realizaban una cronología de la vida del escritor.

Las cartas del autor de El beso de La mujer araña son mucho más que una curiosidad y pueden ser consideradas como una novela en sí mismas, explicó Graciela Goldchuk, investigadora de la Universidad de La Plata y compiladora del libro, que incluye un glosario, una cronología y una fi lmografía de las 500 películas citadas por el autor. "Se trata de una novela de crecimiento, y sus cartas muestran un periodo crucial en su formación, cuando viajó a Roma para estudiar cine y volvió convertido en escritor. Lo muestran como el personaje del argentino que viaja a la tierra de sus antepasados a 'hacer la Europa'; pero también en la gestación de un estilo, el de las referencias a la provincia argentina, su pasión por el cine y su particular lenguaje coloquial, que terminarían convirtiéndose en su primera novela, La traición de Rita Hayworth , que es totalmente autobiográfica", detalló Goldchuk.

A pesar de que tanto Carlos Puig como Goldchuk recibieron ofertas de editoriales trasnacionales para publicar las cartas, el hermano y albacea de Puig se decidió por aceptar la propuesta de Editorial Entropía, una pequeña editora independiente con poco tiempo de existencia, pero que aseguraba respeto al estilo en que Puig escribió las cartas y la inclusión de la investigación realizada.

"Un elemento interesante es que, en el primer tomo (1956-1962), Puig aun no había adquirido el lenguaje de escritor que luego lo definiría; sin embargo, es notable algunos paralelismos, como el hecho de evitar el lunfardo, tal como ocurre en sus novelas, el uso de palabras del dialecto de la Emilia Romagna y un coloquialismo más cercano al cine que a la vida real. En el segundo tomo, con cartas desde Nueva York y Río de Janeiro (1966-80-82), se verá a un novelista con dominio de su técnica", señaló la especialista.

La edición de 2 mil ejemplares está pensada sólo para su comercialización en Argentina, aunque ya está disponible en tiendas virtuales como amazon.com y la local tematika.com.

Goldchuk, encargada de digitalizar el archivo de la familia de Puig, hace notar el paralelismo entre el argentino y el mexicano Juan Rulfo; cuya novela Pedro Páramo, con dedicatoria autografi ada por el autor, fue encontrada entre sus libros y que hoy se expone en la feria del Libro de Buenos Aires.

"Más allá de las diferencias de carácter, tanto Puig como Rulfo crearon un lenguaje coloquial propio, de allí la dedicatoria de Rulfo, quien escribió:

'al gran escritor Manuel Puig con la larga amistad y sincera admiración. Juan Rulfo'".

 

 

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[linkillo.blogspot.com]

 

Publican las cartas de Puig a su madre

Por Daniel Link

 

Querida familia de Manuel Puig reúne las "cartas europeas" de Manuel Puig enviadas a su familia entre 1956 y 1962, amorosamente recopiladas por Graciel Goldchluk para editorial Entropía (Buenos Aires, 2005, 400 págs., ISBN 987.21040.2.6). El período cubierto por estas cartas familiares corresponde a lo que la compiladora llama "novela de formación" (el pasaje de Coco, el sobrenombre familiar de Puig, que quería triunfar en el mundo del cine, al autor de novelas). Bien leídas, las cartas pueden entenderse como un vasto proceso que se orienta, por un lado, a la desidipización del "yo" y, por el otro, a la construcción de una voz a la vez íntima e impersonal (la voz que sostendrán, cada una a su modo, todas las novelas de Puig).
Puig comienza siendo el tirano de la correspondencia reclamando cartas y más cartas como cumplimiento del contrato que le permite alejarse del entorno familiar. Ya sabemos que las cartas se escriben precisamente para mantener al otro a la distancia y, en el caso de Puig, esa tensión se vuelve evidente cuando deja de ser él quien reclama volumen epistolar y pasa a ser el moroso. Emblemáticas como punto de inflexión son las cartas de 1962, cuando Puig, que estaba ya borroneando el "guión" sobre Villegas (La traición), confiesa que extraña y quiere pasar, en viaje rumbo a USA, por Buenos Aires. En la carta del 14 de mayo, Puig se deshace en disculpas con su madre, le pide paciencia y le pone distancias: no sabe cuándo podrá visitarlos ("desgraciadamente no puedo hacer lo que quiero"), y tampoco le parece conveniente que su madre viaje a visitarlo a él ("¿qué vas a hacer sola? No creo que sea lo ideal").
No es (nunca lo es) el amor a la madre lo que aquí se juega, sino la reconstitución del vínculo sobre nuevas bases (lo mismo, podría decirse, que pretende Puig en todas y cada una de sus novelas, que rehacen las nociones de familia, amistad, compañerismo, vecindad, servidumbre, todas las nociones asociadas con vínculos sociales, de acuerdo con parámetros utópicos). La madre será para Puig, con los años, la compañera. Pero en 1962 es todavía una corresponsal que conviene mantener a la distancia, porque precisamente la "formación" del escritor no ha llegado todavía al punto de coagulación que significará La traición de Rita Hayworth, esa supernova que atraviesa la galaxia de la literatura argentina desestabilizándola para siempre.
En ese proceso de formación resulta reveladora (tal como reconoce Graciela Goldchuk) la frecuente alusión de Puig a películas europeas (le impresionó muy favorablemente Accattone de Pier Paolo Pasolini) y la descalificación del cine industrial de Hollywood, al que volverá a amar (de otro modo) hacia el final de su vida. Lejos del estereotipo de la loca descerebrada que extrae su saber sobre el mundo de un conjunto de películas más o menos triviales, Puig se muestra como un espectador sensible no sólo a los modos de representación cinematográfica sino teatrales y pictóricos (tan agotadoras como las sesiones cinematográficas son los raídes museológicos, de los cuales Puig siempre sale enriquecido). El carácter contracanónico de su mirada puede leerse en algunas de sus páginas, con lo cual puede entenderse hasta qué punto esa formación estética es correlativa de una formación en los asuntos de la carne y, por lo tanto, hay que agradecer que Puig haya puesto por escrito en las cartas familiares los diferentes hitos de esos procesos, que constituyen un material precioso para quien tenga interés, además, en analizar el ritmo de su coming out (coincidente con el proceso de desidipización del yo).
En cuanto al lenguaje de la correspondencia: he allí la elegancia en su forma más pura (sin la mediación, todavía, de la institución literaria). Si estas cartas constituyen un material precioso para el fetichista, también lo serán para los expertos en políticas lingüísticas. No sorprende tanto la extraterritorialidad lingüística de Puig (respecto del italiano, el alemán, todos los idiomas), sino más bien la maestría para transferir a la escritura registros y tonos desconocidos en la literatura argentina (y, aún, mundial) hasta su aparición. No sólo es el deseo de Puig lo que vemos que se transforma en este epistolario, sino su relación con el lenguaje (y no se puede pensar esas transformaciones, una vez más, como procesos separados). Porque Puig se desedipiza es que escribe estas cartas en las que la loca corre suelta y feliz por la página en blanco ("la cabezona Anne Baxter", "la Virginia [Mayo] aprendió a trabajar, ¿cuándo le tocará el turno a Amelia Bence?", etc.). Y porque la loca se desata (gracias a la distancia, es decir: gracias a las cartas) es que su deseo se desedipiza y pasa del cine a la literatura: de lo quedará para siempre como objeto amado junto con la madre, a lo que lo definirá para siempre como sujeto: sujeto de escritura.
Sólo de los grandes escritores (Flaubert, Kafka, Proust, Puig) nos interesa leer cartas: es porque sabemos que, en esos casos, las cartas son la continuación de la literatura, por otras vías. No su materia, sino el mismo impulso aplicado en relación con un público más reducido: no la mera intimidad, sino la intimidad impersonal propia del arte. Gracias a este epistolario Puig vuelve a cautivarnos como siempre, como la primera vez (como en La traición de Rita Hayworth, como en Cae la noche tropical). Esperaremos con impaciencia los siguientes volúmenes de este epistolario: nos interesa (porque Puig sigue siendo el más grande de nuestros novelistas) lo que Coco tenga para decir sobre el mundo, sobre nuestro propio futuro.

 

 

 

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[Punto de vista]

 

Cartas... y más cartas: cómo entretener a la familia o el arte de querer a la distancia

Por Adriana A. Bocchino

 


Las cartas europeas de Manuel Puig, cuidadosamente editadas por Graciela Goldchluk el año pasado, remiten a un autor, un escritor de novelas que todavía no sabe –sobre todo él no lo sabe-, que será un escritor de novelas. Lo que sí sabe es que está empeñado en meterse de lleno en el ámbito del cine y el espectáculo europeos.
Manuel empieza a viajar en barco hacia Europa el viernes 27 de julio de 1956, tan sólo con veintitrés años y decidido a ganarse el favor de maestros, directores, productores, actores y actrices, a fin de llevar adelante un sueño: hacer películas. Películas como aquellas que lo mimaron desde chico en el cine España de su General Villegas natal: primero, a los cuatro años, de la mano de su padre, Baldomero, para ver La novia de Frankestein y quitarse el miedo, y luego, casi a diario, de la mano de su madre, tanto sea para ver películas de todo tipo como buscar libros en la Biblioteca Municipal que funcionaba en el mismo edificio, en el piso de arriba.
El viaje se realiza para seguir la carrera de dirección cinematográfica en el Centro Sperimentale di Cinematografía di Roma. Puig nunca llega a ser director de cine pero las cartas que empieza a escribir desde el primer momento que pone un pie en el barco, la primera fechada a los tres días de haber zarpado, devuelven a la familia, a su madre, una novela -una película, tal vez- como ellos deseaban sea vivida por Coco. Manuel Puig firma estas cartas familiares con la intimidad del sobrenombre, un perfecto desconocido para quienes serán luego los lectores de sus novelas. Y si bien resultan familiares e íntimas también a los lectores de sus novelas futuras le ofrecen otra novela -la póstuma arriesgará su prologuista: una novela de formación para dejar paso a una de iniciación, en la que el protagonista nos cuenta su viaje, sus diversas estadías, los paisajes que más lo conmocionan, las personas que definen, por la positiva o la negativa, sus gustos, su estética, los amigos y las amigas, pero sobre todo, fundamentalmente, las películas, los espectáculos, la ópera, la danza... Metidos en diagonal entre Coco y su familia, los lectores hacemos también el viaje. La escritura de las cartas tiene entre, tiene presente, siempre, a la familia, mamá, papá, Carlitos, los tíos, los primos y las primas, los de acá y los de allá, los italianos por parte de madre, y los españoles por parte de padre. Puig, en viaje, se reconoce, se enmarca y se desmarca, busca y se busca en las paradas de Montevideo y Santos, luego en Roma, en Parma, en Venecia, en Nápoles, en Capri, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Sevilla, en Valencia, en Mallorca, en Málaga, también en Grecia, Turquía y Suecia. Y de cada lugar Coco cuenta a su familia, nos cuenta, “sus impresiones”: cómo hablan, cómo gesticulan, cómo y qué comen, cómo se visten o se bañan; contar cómo son las personas con las que se cruza parece una obsesión tal como la que despierta el cine. Cada lugar que visita merece recorrer la cartelera, sea dónde sea, y cada película o espectáculo al que asiste merece un comentario. La familia, y nosotros, lectores de ojito, acceden, accedemos, al pie de los estrenos, a los comentarios de un crítico de primera mano que no se deja llevar, ni siquiera, por sus propios amores: la adorada diva vista sin maquillaje puede bien ser “horrible”, así como el famoso director con el que se deseaba filmar, un verdadero “aburrimiento”, esto dicho, las más de las veces, en el dialecto de la familia Delledonne, la rama materna oriunda de Parma y de Piacenza. Se trata de una narración, un relato, que dice a la familia cuánto se la quiere en esa forma de tenerla siempre presente en cada carta casi semanal. De alguna manera, Coco sigue hablando a través de sus cartas con sus padres y su hermano como si estuviera en el comedor –que no el living- de su casa, contándoles, poco a poco, en los detalles que sabe los van a entretener, su viaje y las peripecias, nunca trágicas, tampoco dramáticas, de su viaje. A lo sumo, Coco pueda aburrirse con alguna ciudad o con alguna persona, también con los espectáculos o los libros, pero, en general, aquellos incidentes que para un extranjero podrían resultar motivo de preocupación extrema se resuelven como “un plato!”. No pierde ocasión, en cambio, para quejarse de la Argentina y sus funcionarios en las diversas embajadas, queja que se expandirá como una mancha sobre todos los argentinos. La conversación se extiende en la sobremesa con el café y los dulces: las cartas permiten tener, entre-tener, tener esa conversación por escrito entre las manos. Y esa conversación nos devuelve, además, otro Puig que el construido por la crítica basada en los reportajes realizados al mismo Puig o las lecturas especializadas de sus novelas: aquí hay un Manuel, Coco más precisamente, que se dirige, casi con exclusividad en lo que a comentarios de cine o teatro se refiere, a una interlocutora privilegiada, Male, su madre, a quien no necesita impresionar. Ellos, Coco y su madre –de quien no tenemos pero intuimos las respuestas- hablan de lo que a ellos les interesa, de cosas cotidianas, entre las que las películas, los actores y las actrices, ocupan un lugar fundamental. Por aquí pasa la formación, el cine, y aquí se inicia el escritor de literatura, las cartas.
Instalado -aunque esto suene a demasiado para Puig- Manuel comienza a dar clases particulares de inglés y francés, aprende alemán para poder ver las películas alemanas sin doblaje –odia el doblaje-, consigue las primeras traducciones de guiones y subtitula algunas películas. Su manejo de diversos idiomas, y a la vez su fascinación por las diferentes lenguas –es decir, la posibilidad de captar aquello que no se puede traducir- le permite no sólo ver las películas en su lengua original sino también relacionarse con infinidad de personas y cruzar fronteras geográficas y, además, personales: no deja de tener una lengua materna -¿castellano o parmesano?- sino que adquiere otras, se obsesiona en adquirirlas, como si lo fueran. Lo importante es poder oír en la otra lengua: sólo allí se entiende cómo piensa el otro y esto es fundamental para Puig a fin de encontrarse. En definitiva, en la búsqueda de una profesión, un oficio, una lengua, una patria, Coco no elige ninguno por encima de otro, se queda con todo, y mientras prueba cada uno de los manjares los comparte con la familia, y con nosotros. Se sentirá extranjero en todas partes y escribirá en diferentes idiomas para verse, para ver si puede verse. Los primeros guiones que él considera terminados serán en inglés; ensayos previos, en la escuela del Centro Sperimentale, habían sido en italiano; una de sus novelas, Maldición eterna a quien lea estas páginas, saldrá en inglés y en castellano, y Sangre de amor correspondido será escrita primero en portugués y luego traducida por él mismo al castellano. ¿Cuál es su lengua? Posiblemente la hibridez original sea la marca que puede seguirse desde las primeras cartas.
Comparto con Goldchluk cuando en el prólogo bien dice: “afuera del país pero no exiliado, de viaje por Europa pero no de paseo, extranjero en todas la lenguas, Manuel Puig opera de manera inversa al escritor erudito que delimita un idioma preciso, inalienable, que cultiva un idioma al cual podrá volver siempre como una patria. Si persigue una forma es aquella que lo llevará a las multitudes por el camino de la alineación”. Razón por la cual podría pensarse en Puig, desde este viaje, como nuestro primer escritor posmoderno: despolitizado, en términos partidarios, cuando vuelva al país iniciados los ´60, ya convertido en Manuel Puig y su primera novela en ciernes bajo el brazo, la Argentina y sus lectores, el campo intelectual, no podrán comprender su cosmopolitismo, su delirio por el cine, por los actores y las actrices, las diferentes escuelas cinematográficas, ni tampoco muchas de sus críticas cinematográficas. Ni siquiera la gente de cine podrá entenderlo. Nunca lo convencerán las adaptaciones que se hagan de sus libros ni de los guiones especialmente escritos por él para el cine. Siempre un paso más adelante del común, tal como se lo siente en el viaje, las cartas son muestra de la formación e iniciación de Puig como escritor de literatura pero bien pueden conformarse como una novela de formación para ocasionales primeros lectores de la producción puigiana. Y, si bien asistimos al paso a paso de la conversión, la carta del 27 de abril de 1962 nos acerca un plus difícil de soslayar para pensar la colección de la literatura argentina. Allí Coco nos revela nada menos que el momento inaugural de La traición de Rita Hayworth: “No quería contarlo pero no aguanto más: resulta que me vinieron unas ganas bárbaras de empezar el argumento de Villegas y antes de empezar la corrección del anterior me largué. Bueno empecé a hacer una especie de bosquejos de los personajes antes de empezar el guión propiamente dicho y me entusiasmé y seguí... y está creciendo día a día... y puede salir una especie de novela”. Con ello queda explicitada la nueva época: no sólo ha variado el modelo del intelectual argentino que tenía la biblioteca por detrás como fundamento sino también el modo de producción. De aquí en más, la ecuación de influencias entre literatura y cine se pone en un pie de igualdad e, incluso, el cine puede sobrepasar a la literatura, para hacer literatura, como sucede en el caso de Puig.
El total de las cartas conservadas por la familia es de cuatrocientas cuarenta y tres, de las cuales Golchluk hizo una selección en base al “primer mandamiento”, según dice, de la literatura de Puig, “NO ABURRIRÁS”, sin por ello renunciar al objetivo de la edición que fue el de “mantener un umbral de legibilidad y no convertir el fluir epistolar en un ejemplo de redacción escolar”. Se completa la edición con un glosario, muy útil, de los términos que recogen expresiones del dialecto propio de los Delladonne y un listado con la ficha técnica de las películas nombradas en las cartas.