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  Trilogía
Lola Arias

102 páginas; 20x13 cm.
Entropía, 2007
ISBN: 978-987-23508-2-6
     
           
        + Lola Arias en Entropía      
     
           
       
         
           

«Ya se sabe: la distancia que separa la ficción de la realidad es tan sólo un velo que podemos arrancar y volver a proyectar cuantas veces se nos ocurra. En el teatro, en la escritura, las reglas son infinitas, pero el desafío sigue siendo uno solo: vadear un río lleno de cocodrilos como quien tararea una cancioncilla de amor. Si digo que Lola Arias, en estas tres obras, lo ha conseguido, ¿quién —entre la jerarquía de los enamorados o los caimanes— lo podría dudar? Cuando el mundo ha terminado, no queda más que sentarse a escribir. No importa dónde estemos: una ciudad sitiada por la pobreza o un ring de box, una sala de baile o una habitación de hotel… siempre es el fin del mundo y hay un espejo en el que podemos mirarnos como el otro (el que escribe) nos ve. Siempre hay un revólver que nos apunta, una última prenda que está por caer, un bebé entre los escombros, un teléfono que no para de sonar. Siempre es el fin del mundo, muy bien, y después, ahora –se preguntan los personajes de Lola Arias– ¿qué sigue? ¿Frases bien compuestas de pornografía pura? ¿Dioramas con todas las escenitas del amor pintadas? Desde luego, toda esta gente que juega a la ruleta rusa como si jugara a la payana; organiza concursos de llanto; habla con la Belleza, se suicida y luego se pone a bailar y cantar… toda esta gente, podríamos pensar, está completamente loca. No obstante, su exhibicionismo es sincero y nos conmueve, del mismo modo que sólo un parpadeo nos separa de ellos.»

Walter Cassara

 

Contratapa
       
  Fotos de tapa:
Lorena Fernández
 
         
 
     

Striptease

Conversación telefónica. Una Mujer, un Hombre y un Bebé. En el pasado.

mujer: Hola.
hombre: Hola.
mujer: Hola.
hombre: Soy yo.
mujer: ...
hombre: ¿Estabas durmiendo?
mujer: Más o menos.
hombre: Perdón.
mujer: ¿Por qué?
hombre: ¿Por llamarte? ¿Estás sola?
mujer: ...
hombre: No puedo dormir.
mujer: Leé un libro.
hombre: No puedo leer, no puedo dormir, no puedo respirar. Cierro los ojos y veo carteles de neón que dicen: “compre una casa, un auto, un bebé y sea feliz...” Es como si mi cabeza fuera una máquina repleta de frases de la publicidad, de la televisión, de otras personas...
mujer: Mi madre me decía que cuando no podía dormir tenía que tratar de pensar en algo que me gustara hacer y yo pensaba que nadaba hasta que me quedaba dormida...
hombre: Odio nadar.
mujer: ...
hombre: ¿No me vas a decir nada?
mujer: No sé qué decir.
hombre: Siempre parece que estuvieras adentro de un frasco. Nunca sé lo que estás pensando.
mujer: Pensaba en el bebé, ¿por qué lloran los bebés?
hombre: Porque tienen hambre, sueño o están tristes...
mujer: Los bebés no lloran porque están tristes, lloran para decir algo. Y yo a veces no entiendo qué es lo que me quiere decir.
hombre: ¿Puedo ir a visitarlo?
mujer: Son las dos de la mañana.
hombre: ¿Qué está haciendo?
mujer: Está tomando leche sentado en la cuna. Ahora se levantó y se puso la mano en la oreja. Ahora mueve la cabeza hacia el costado como si estuviera pensando algo...
hombre: ¿Y no duerme?
mujer: Ahora no, después va a dormir. Cuando duerme hace ruidos con la boca. A veces creo que sueña conmigo o con partes de mí: mi ombligo, el borde de una teta, mi pelo. Otras veces, me parece que debe tener sueños abstractos como nubes, colores, fórmulas matemáticas.

 

Fragmento
         
               

Autora

 

Web personal

 

   
                       
      Lola Arias (Buenos Aires, 1976)
Escritora, actriz y directora de teatro.
Escribió y dirigió: La escuálida familia, Estudios de la memoria amorosa, Poses para dormir, Striptease, Sueño con revólver y El amor es un francotirador.
En colaboración con el artista suizo Stefan Kaegi, codirigió Chácara paraíso, una instalación teatral con policías en San Pablo.
Fundó la Compañía Postnuclear, un colectivo interdisciplinario de artistas con el que puso en escena esta trilogía. Publicó Las impúdicas en el paraíso (poesía, Tsé-Tsé), La escuálida familia (teatro, Libros del Rojas), Mi nombre cuando yo ya no exista (teatro, Cierto Pez, Chile) y relatos en revistas.
Sus obras fueron traducidas al inglés, francés y alemán, y representadas en varios países.

     
                       

Reseñas

 

 





Diario Perfil
(Celia Dosio)

Revista Telón de fondo
(María Fernanda Pinta)


[Diario Perfil]

 

Estudio del amor

por Celia Dosio

 

El amor. Entropía acaba de publicar la trilogía de Lola Arias que incluye fotos, fichas técnicas de cada estreno y un bonus track donde se recuerda la génesis de esos textos. Las obras tienen un personaje en común pero la unidad también se logra por un sutil entramado de citas y referencias. Dice Lola: “esta trilogía podía pensarse como un estudio del amor en tres partes: el inicio del amor (Sueño con revólver), el final del amor (Striptease) y el duelo (El amor es un francotirador). Y como telón de fondo, una ciudad oscura, amenazante, post-todo: Buenos Aires del futuro, idea recurrente, sugerida, apenas vislumbrada pero también muy eficaz".

Lo real. La experiencia de lectura hace que estos textos se escapen de la realidad escénica y se acerquen a la poesía. Lo más interesante de lo que sucedía en escena adquiere en el papel la forma de acotaciones tan irrepresentables como literarias. Por ejemplo, al describir los movimientos de un bebé como los de un “robot melancólico” o decir que “su corazón es la banda sonora del mundo”.

En toda la trilogía está esa exploración con los límites de la representación. Ya sea por la presencia del bebé (¿puede actuar un bebé si todavía no está en el lenguaje?). O en Sueño… que transcurre en una penumbra casi total, intuyéndose los cuerpos semidesnudos apenas por sus movimientos. O en El amor… cuando se cuenta la historia de cada uno de los tatuajes que el actor (no el personaje) tiene en su cuerpo.

Al mismo tiempo, ciertos textos que resultan especialmente literarios en la puesta, se vuelven más explícitos y menos poéticos a los ojos del lector. Por ejemplo, cuando en Sueño… la voz masculina pregunta:

“¿Dónde vivís?

En el Norte.

¿En los barrios alambrados que tienen guardias con rifle?

No, en la periferia, donde están los trenes de los pobres.”

Esas tensiones con lo que excede la representación dan cuenta de una profundidad y sensibilidad poética tan singulares que hacen de la lectura de la trilogía una experiencia a disfrutar.

 

     
           
     

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[Revista Telón de fondo]

 

Excenas de un discurso amoroso

Por María Fernanda Pinta

 

Las figuras

Dis-cursus es, originalmente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas, “andanzas”, “intrigas”. En su cabeza, el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra sí mismo. Su discurso no existe jamás sino por arrebatos de lenguaje, que le sobrevienen al capricho de circunstancias ínfimas, aleatorias. Se pueden llamar a estos retazos de discurso figuras. La palabra no debe entenderse en sentido retórico, sino más bien en sentido gimnástico o coreográfico. (…) Así sucede con el enamorado presa de sus figuras: se agita en un deporte un poco loco, se prodiga, como el atleta; articula, como el orador; se ve captado, congelado en un papel, como una estatua. La figura es el enamorado haciendo su trabajo.

Como señala Lola Arias, la trilogía puede leerse de dos maneras: como la historia de un personaje (masculino) que va del pasado (Striptease) al futuro (Sueño con revólver) y su sueño (El amor es un francotirador); o como un ensayo del amor, de su inicio (Sueño con revólver), de su final (Striptease) y de su duelo (El amor es un francotirador). Estas lecturas, lejos de ser excluyentes, son complementarias y, si bien los textos dramáticos fueron escritos en momentos ypara circunstancias diferentes, su reescritura y edición en 2007 los configura en piezas de un mismo discurso amoroso. Sueño con revólver (2004) fue escrita a pedido del Royal Court Theatre de Londres, pedido que circunscribía un tema: la violencia en la ciudad. En Striptease (2005), la historia de una pareja que se está separando resulta la historia de dos personajes secundarios cuyo protagonista es un bebé, “un protagonista mudo e indescifrable”, “un roto melancólico” alrededor del cual el amor ya no está y, sin embargo, no puede tener un final. Finalmente, El amor es un francotirador (2006), fue realizada en el ciclo Inversión de la carga de la prueba del Centro Cultural Rojas, ciclo que convocaba a un artista visual y uno teatral con el fin de poner enescena una obra teatral que partiera de un dispositivo escénico y no (como se hace tradicionalmente en teatro), a la inversa. El dispositivo (de Leandro Tartaglia) de El amor es un francotirador es una especie de set de filmación, una máquina para registrar intimidades, dispositivo perfecto, según la dramaturga y directora, para que un grupo de personas que juegan a la ruleta rusa, confiesen por qué quieren morir y pidan sus últimos deseos. Don Juan: (…) A veces pienso que EL AMOR ES ACTUACIÓN. El amor se siente pero sobre todo se actúa. Todos conocemos la comedia del amor: no dormir, no comer, llorar en cualquier lado sin razón aparente, correr desnudo por las autopistas, gritar hasta hacer sangrar las encías, prender fuego cartas, ropa, a todo, pasar las horas en la cama sin moverse intoxicado de amor. (El amor es un francotirador) Los enamorados de la trilogía, presas de sus figuras, se agitan como atletas, en un deporte un poco loco; articulan, como oradores; se ven captados, congelados en un papel, como estatuas. Las palabras, las canciones, los sueños, son expresados por unos; después, por otros; son anticipados o recordados de uno a otro texto; cambia la entonación, el contexto; se repiten los personajes, las escenas. Los personajes de la trilogía son, como señala Barthes, figuras haciendo su trabajo, sienten, pero sobre todo actúan el amor.

Las escenas

Cuando dos sujetos disputan de acuerdo con un intercambio regulado deréplicas y con vistas a tener la “última palabra”, estos dos sujetos estánya casados: la escena es para ellos el ejercicio de un derecho, lapráctica de un lenguaje del que son copropietarios; cada uno a su turnodice la escena, lo que quiere decir: jamás tu sin mí, y recíprocamente.Tal es el sentido de lo que se llama eufemísticamente el diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común de un principio igualitario de repartición de los bienes de palabra. Los participantes saben que el enfrentamiento al que se entregan y que no los separará es tan inconsecuente como un goce perverso (la escena sería una manera de darse placer sin el riesgo de engendrar niños). En Striptease, un hombre y una mujer hablan por teléfono, están separados y tienen un bebé. La relación ha terminado y, sin embargo, es necesario seguir hablando, de ellos, del amor que se tuvieron (¿del que todavía se tienen?). En Sueño con revólver, el mismo hombre y una adolescente pasan la primera noche juntos, no se conocen, apenas saben sus nombres, están en la casa de él. En una ciudad del futuro sin luz, dividida en barrios alambrados con seguridad y otros de la periferia, dos personas conversan en la intimidad, a oscuras, después de hacer el amor. Todo se sucede vertiginosamente en ese primer encuentro: las confesiones, las peleas, los reproches, el sexo, la amenaza de muerte y el amor.

Los relatos

Como Relato (Romance, Pasión), el amor es una historia que se cumple, en el sentido sagrado: es un programa que debe ser recorrido. Para mí, por el contrario, esta historia ya ha tenido lugar; porque lo que es acontecimiento es el arrebato del que he sido objeto y del que ensayo (y yerro después). El enamoramiento es un drama, si devolvemos a esta palabra el sentido arcaico que le dio Nietzsche: “el drama antiguo tenía grandes escenas declamatorias, lo que excluía la acción (ésta se producía antes o tras la escena).” El rapto amoroso (puro momento hipnótico) se produce antes del discurso y tras el proscenio de la conciencia: el “acontecimiento” es de orden hierático: es mi propia leyenda local, mi pequeña historia sagrada lo que yo me declaro a mímismo, y esta declaración de un hecho consumado (coagulado, embalsamado, retirado del hacer pleno) es el discurso amoroso.

En El amor es un francotirador, un grupo de corazones rotos juega a la ruleta rusa para purgar sus penas de amor. Las reglas del juego y el revólver son custodiados por una niña pelirroja; los jugadores: la stripper, el boxeador, la chica del campo con guitarra, el tímido, la belleza y el Don Juan; los acompañan una banda de rock. Es el sueño del hombre que hablaba por teléfono con su ex–pareja y se acostaba con la adolescente; ya ha contado el sueño en aquella oportunidad; también es, a la vez, la parte final (el duelo), de un ensayo sobre el amor. Cada uno, a su turno, relatará su desdichada historia de amor, sus razones para querer suicidarse y pedirá un deseo. La niña pelirroja finalmente tirará un dado; saldrá un número y alguien morirá; el texto no dice quién y en la representación se seguirá la regla del azar, cualquiera, menos el Don Juan, puede morir en cada función. Desde el principio estaba la idea de que la obra debía hacer evidente el aspecto deportivo de la actuación o, mejor dicho, el deporte de los sentimientos. De ahí surge que en varios momentos todos los personajes hacen fila para entrenar las destrezas del amor: llorar, besar, dar cachetadas, cantar canciones de amor. En cada uno de esos momentos el borde entre lo que sucede y lo que se representa se borra. ¿Un actor puede actuar un beso o simplemente alguien besa a otro en un escenario? ¿El actor llora a partir de una historia o el actor llora porque sí, para el público, como una mera acrobacia sentimental?

La representación

En un texto final a modo de bonus track, la dramaturga y directora de la trilogía explica esta doble tarea así como las problemáticas escénicas inscriptas en los propios textos dramáticos. La música en vivo, la sonoridad de la palabra cantada, la kinestesia del cuerpo que danza, el dispositivo del circuito cerrado de imagen que permite ver el aquí de la escena y el allá de un espacio otro (de la representación de un sueño, de la banda de rock, del disparo del final), las propias biografías de los actores como parte de los relatos de ficción (El amor es un francotirador), la relación real madre-hijo y la permanente amenaza de la realidad en la representación (encarnada por la beba de Striptease), la penumbra que atenta contra la visibilidad del espectáculo (Sueño con revólver); son algunas de lascuestiones a resolver en la puesta en escena y en donde los textos dejan espaciosabiertos, provisorias indicaciones que adquieren toda su expresividad teatral en elaquí y ahora de cada función.

 

 

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