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Reseñas
Diario Perfil
(Celia Dosio)
Revista Telón de fondo
(María Fernanda Pinta)
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[Diario Perfil]
Estudio del amor
por Celia Dosio
El amor. Entropía acaba de publicar la trilogía de Lola Arias que incluye fotos, fichas técnicas de cada estreno y un bonus track donde se recuerda la génesis de esos textos. Las obras tienen un personaje en común pero la unidad también se logra por un sutil entramado de citas y referencias. Dice Lola: “esta trilogía podía pensarse como un estudio del amor en tres partes: el inicio del amor (Sueño con revólver), el final del amor (Striptease) y el duelo (El amor es un francotirador). Y como telón de fondo, una ciudad oscura, amenazante, post-todo: Buenos Aires del futuro, idea recurrente, sugerida, apenas vislumbrada pero también muy eficaz".
Lo real. La experiencia de lectura hace que estos textos se escapen de la realidad escénica y se acerquen a la poesía. Lo más interesante de lo que sucedía en escena adquiere en el papel la forma de acotaciones tan irrepresentables como literarias. Por ejemplo, al describir los movimientos de un bebé como los de un “robot melancólico” o decir que “su corazón es la banda sonora del mundo”.
En toda la trilogía está esa exploración con los límites de la representación. Ya sea por la presencia del bebé (¿puede actuar un bebé si todavía no está en el lenguaje?). O en Sueño… que transcurre en una penumbra casi total, intuyéndose los cuerpos semidesnudos apenas por sus movimientos. O en El amor… cuando se cuenta la historia de cada uno de los tatuajes que el actor (no el personaje) tiene en su cuerpo.
Al mismo tiempo, ciertos textos que resultan especialmente literarios en la puesta, se vuelven más explícitos y menos poéticos a los ojos del lector. Por ejemplo, cuando en Sueño… la voz masculina pregunta:
“¿Dónde vivís?
En el Norte.
¿En los barrios alambrados que tienen guardias con rifle?
No, en la periferia, donde están los trenes de los pobres.”
Esas tensiones con lo que excede la representación dan cuenta de una profundidad y sensibilidad poética tan singulares que hacen de la lectura de la trilogía una experiencia a disfrutar. |
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[Revista Telón de fondo]
Excenas de un discurso amoroso
Por María Fernanda Pinta
Las figuras
Dis-cursus es, originalmente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas, “andanzas”, “intrigas”. En su cabeza, el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra sí mismo. Su discurso no existe jamás sino por arrebatos de lenguaje, que le sobrevienen al capricho de circunstancias ínfimas, aleatorias. Se pueden llamar a estos retazos de discurso figuras. La palabra no debe entenderse en sentido retórico, sino más bien en sentido gimnástico o coreográfico. (…) Así sucede con el enamorado presa de sus figuras: se agita en un deporte un poco loco, se prodiga, como el atleta; articula, como el orador; se ve captado, congelado en un papel, como una estatua. La figura es el enamorado haciendo su trabajo.
Como señala Lola Arias, la trilogía puede leerse de dos maneras: como la historia de un personaje (masculino) que va del pasado (Striptease) al futuro (Sueño con revólver) y su sueño (El amor es un francotirador); o como un ensayo del amor, de su inicio (Sueño con revólver), de su final (Striptease) y de su duelo (El amor es un francotirador). Estas lecturas, lejos de ser excluyentes, son complementarias y, si bien los textos dramáticos fueron escritos en momentos ypara circunstancias diferentes, su reescritura y edición en 2007 los configura en piezas de un mismo discurso amoroso. Sueño con revólver (2004) fue escrita a pedido del Royal Court Theatre de Londres, pedido que circunscribía un tema: la violencia en la ciudad. En Striptease (2005), la historia de una pareja que se está separando resulta la historia de dos personajes secundarios cuyo protagonista es un bebé, “un protagonista mudo e indescifrable”, “un roto melancólico” alrededor del cual el amor ya no está y, sin embargo, no puede tener un final. Finalmente, El amor es un francotirador (2006), fue realizada en el ciclo Inversión de la carga de la prueba del Centro Cultural Rojas, ciclo que convocaba a un artista visual y uno teatral con el fin de poner enescena una obra teatral que partiera de un dispositivo escénico y no (como se hace tradicionalmente en teatro), a la inversa. El dispositivo (de Leandro Tartaglia) de El amor es un francotirador es una especie de set de filmación, una máquina para registrar intimidades, dispositivo perfecto, según la dramaturga y directora, para que un grupo de personas que juegan a la ruleta rusa, confiesen por qué quieren morir y pidan sus últimos deseos. Don Juan: (…) A veces pienso que EL AMOR ES ACTUACIÓN. El amor se siente pero sobre todo se actúa. Todos conocemos la comedia del amor: no dormir, no comer, llorar en cualquier lado sin razón aparente, correr desnudo por las autopistas, gritar hasta hacer sangrar las encías, prender fuego cartas, ropa, a todo, pasar las horas en la cama sin moverse intoxicado de amor. (El amor es un francotirador) Los enamorados de la trilogía, presas de sus figuras, se agitan como atletas, en un deporte un poco loco; articulan, como oradores; se ven captados, congelados en un papel, como estatuas. Las palabras, las canciones, los sueños, son expresados por unos; después, por otros; son anticipados o recordados de uno a otro texto; cambia la entonación, el contexto; se repiten los personajes, las escenas. Los personajes de la trilogía son, como señala Barthes, figuras haciendo su trabajo, sienten, pero sobre todo actúan el amor.
Las escenas
Cuando dos sujetos disputan de acuerdo con un intercambio regulado deréplicas y con vistas a tener la “última palabra”, estos dos sujetos estánya casados: la escena es para ellos el ejercicio de un derecho, lapráctica de un lenguaje del que son copropietarios; cada uno a su turnodice la escena, lo que quiere decir: jamás tu sin mí, y recíprocamente.Tal es el sentido de lo que se llama eufemísticamente el diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común de un principio igualitario de repartición de los bienes de palabra. Los participantes saben que el enfrentamiento al que se entregan y que no los separará es tan inconsecuente como un goce perverso (la escena sería una manera de darse placer sin el riesgo de engendrar niños). En Striptease, un hombre y una mujer hablan por teléfono, están separados y tienen un bebé. La relación ha terminado y, sin embargo, es necesario seguir hablando, de ellos, del amor que se tuvieron (¿del que todavía se tienen?). En Sueño con revólver, el mismo hombre y una adolescente pasan la primera noche juntos, no se conocen, apenas saben sus nombres, están en la casa de él. En una ciudad del futuro sin luz, dividida en barrios alambrados con seguridad y otros de la periferia, dos personas conversan en la intimidad, a oscuras, después de hacer el amor. Todo se sucede vertiginosamente en ese primer encuentro: las confesiones, las peleas, los reproches, el sexo, la amenaza de muerte y el amor.
Los relatos
Como Relato (Romance, Pasión), el amor es una historia que se cumple, en el sentido sagrado: es un programa que debe ser recorrido. Para mí, por el contrario, esta historia ya ha tenido lugar; porque lo que es acontecimiento es el arrebato del que he sido objeto y del que ensayo (y yerro después). El enamoramiento es un drama, si devolvemos a esta palabra el sentido arcaico que le dio Nietzsche: “el drama antiguo tenía grandes escenas declamatorias, lo que excluía la acción (ésta se producía antes o tras la escena).” El rapto amoroso (puro momento hipnótico) se produce antes del discurso y tras el proscenio de la conciencia: el “acontecimiento” es de orden hierático: es mi propia leyenda local, mi pequeña historia sagrada lo que yo me declaro a mímismo, y esta declaración de un hecho consumado (coagulado, embalsamado, retirado del hacer pleno) es el discurso amoroso.
En El amor es un francotirador, un grupo de corazones rotos juega a la ruleta rusa para purgar sus penas de amor. Las reglas del juego y el revólver son custodiados por una niña pelirroja; los jugadores: la stripper, el boxeador, la chica del campo con guitarra, el tímido, la belleza y el Don Juan; los acompañan una banda de rock. Es el sueño del hombre que hablaba por teléfono con su ex–pareja y se acostaba con la adolescente; ya ha contado el sueño en aquella oportunidad; también es, a la vez, la parte final (el duelo), de un ensayo sobre el amor. Cada uno, a su turno, relatará su desdichada historia de amor, sus razones para querer suicidarse y pedirá un deseo. La niña pelirroja finalmente tirará un dado; saldrá un número y alguien morirá; el texto no dice quién y en la representación se seguirá la regla del azar, cualquiera, menos el Don Juan, puede morir en cada función. Desde el principio estaba la idea de que la obra debía hacer evidente el aspecto deportivo de la actuación o, mejor dicho, el deporte de los sentimientos. De ahí surge que en varios momentos todos los personajes hacen fila para entrenar las destrezas del amor: llorar, besar, dar cachetadas, cantar canciones de amor. En cada uno de esos momentos el borde entre lo que sucede y lo que se representa se borra. ¿Un actor puede actuar un beso o simplemente alguien besa a otro en un escenario? ¿El actor llora a partir de una historia o el actor llora porque sí, para el público, como una mera acrobacia sentimental?
La representación
En un texto final a modo de bonus track, la dramaturga y directora de la trilogía explica esta doble tarea así como las problemáticas escénicas inscriptas en los propios textos dramáticos. La música en vivo, la sonoridad de la palabra cantada, la kinestesia del cuerpo que danza, el dispositivo del circuito cerrado de imagen que permite ver el aquí de la escena y el allá de un espacio otro (de la representación de un sueño, de la banda de rock, del disparo del final), las propias biografías de los actores como parte de los relatos de ficción (El amor es un francotirador), la relación real madre-hijo y la permanente amenaza de la realidad en la representación (encarnada por la beba de Striptease), la penumbra que atenta contra la visibilidad del espectáculo (Sueño con revólver); son algunas de lascuestiones a resolver en la puesta en escena y en donde los textos dejan espaciosabiertos, provisorias indicaciones que adquieren toda su expresividad teatral en elaquí y ahora de cada función.
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