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  ¿Vos me querés a mí?
Romina Paula

128 páginas; 20x13 cm.
Entropía, 2005
ISBN: 987-21040-3-4
 
 
       
     
       
 

«Este libro es una trampa. Su astucia es el disfraz con el que se atrapan los diálogos marcados por un argot nuevo que habla del sexo, de las emociones o de la trivialidad.
Su apuesta es un trabajo demoledor sobre el lenguaje para revelar o conseguir que confiese que la enigmática esencia de lo femenino no es un repliegue blindado.
El vínculo entre las palabras que se cruzan y las palabras que fracturan el sentido común avanza en una búsqueda que
explora las tinieblas del alma y teje, entonces, una ética y una poética de la sexualidad enhebrada en sus contradicciones, en los tropismos de la novela familiar y en los simulacros y tropiezos con los que la vida se hace pasar por vida.
Este libro atrapa al cazador furtivo, al lector desprevenido, a las fantasías y a los prejuicios, los desarma y los recrea en el mismo acto que pone en evidencia las formas menos visibles
de la ambigüedad y del deseo.
¿Vos me querés a mí? de Romina Paula es una novela sorprendente, un ensamble feliz de los recursos narrativos que construyen su trama, un conjunto de voces que se mueven con intuición, ternura, impiedad y una insobornable inteligencia en la reconstrucción de una historia. Y se propone como una interpelación a los nudos de la vida y de la creación literaria.»

Juan Martini

 

 

 

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Sábado de sol por la tarde

 

¿Va alguien a quererme así? ¿Así de este modo? ¿Así a mí? ¿Así a mí de este modo? ¿De esta manera o a mí? Quiero decir: querer así por de esta manera o así como soy, como estoy siendo en este momento. En este momento que lo pienso, que lo estoy pensando tendría más que ver con así yo, así como soy yo en este momento, así como creo que estoy siendo cuando nadie puede verme and no one can take that away from me. Not this moment. Pienso en ayer y en ese sueño, ese sueño del deseo constante, algo tan distinto a lo que me sucede realmente, usualmente, frecuente y lamentablemente. También recuerdo haber soñado estar en el videoclub tomando Mala Sangre y decidí seguir el pálpito –en este caso sí está a mi alcance– y así lo hice no sin experimentar algo muy extraño al estar repitiendo la acción en la vigilia a escasas horas de la representación onírica. Pero a lo que iba es a que mi deseo es que alguien me quiera por ser como soy cuando estoy sola, ja, por como soy cuando estoy sola, cuando estoy siendo sola y que me mire y me sonría ese alguien otro y apruebe y acompañe y calle, tolere, eso, que sobre todo tolere mi silencio pero desde un lugar de sábado de sol por la tarde, de sábado por la tarde de sol en una tarde de sol y su mirada sobre mí que aprueba, acompaña y sólo mira, eso, sobre todo sólo acompaña y no quiere tener, tener ya, tener todo, ese hambre todo el tiempo, ese desaforo incomprensible por tomar y tocar, tocar y agarrar, agarrar y recorrer, recorrer y tener más y más y más y basta de una vez por favor, sólo mirar y acompañar, mirar y entender, mirar y querer y nada más que eso. Ascender junto al polvo que el haz de luz delata suspendido frente a la ventana de sábado por la tarde, flotar ahí, suspenso sobre la mesa y el cabello, sin esperar mucho más que en el peor de los casos terminar posándose sobre mi cabeza. ¿No querés sentarte sobre mi cabeza que hay lugar? Genial, genial W. Allen irritado por el neoyorquino imbécil escupiéndole teorías en el cuello, un momento genial. Vuelvo a marearme y es hora de partir.

 

 

Fragmento
           

Autora

 

 

 

 

   
       

Romina Paula (Buenos Aires, 1979)
¿Vos me querés a mí? es su primera novela.

 
 

Reseñas

 

 





Inrockuptibles
(Mauro Libertella)

ADN
(Jorge Consiglio)

Ñ
(Guido Carelli Lynch)

No retornable
(Nicolás Pose)

Rolling Stone
(Pablo Plotkin)

[Revista Inrockuptibles]

 

Berazachussetts

por Mauro Libertella

 

Hay una tentación a la hora de escribir acerca de Berazachussetts, de Leandro Ávalos Blacha, que consiste en mencionar el estupor que causa la proliferación de historias y lo abigarrado de las anécdotas que brotan de los pliegues de esta pequeña y extraña nouvelle. Y sin embargo, sería francamente reduccionista sentenciar aquello de que Berazachussetts es una novela cuyo nervio es la pura narración-quizás la palabra adecuada sea “inventiva”. Pero lo cierto es que la ganadora del premio Indio Rico es una especie de punto de confluencia en donde las más vertiginosas peripecias se imantan en amplios registros narrativos mediante los cuales se proyectan hacia la literatura. Si quisiéramos resumir la trama -un intento imposible-, nos veríamos obligados a erigir un listado de personajes, cuyos movimientos y combinaciones sólo la lectura del libro podría elucidar.

Sucede que en Berazachussetts el armado del personaje es sumamente preciso. No es fácil hacer convivir a un grupo de profesoras jubiladas, a una zombi punk caníbal, a un político corrupto y altamente perverso, a un grupo de chicos ricos con una curiosa idea de la diversión y algunos personajes más de ese nivel de excentricidad sin cruzar la línea en donde el verosímil se cae a pedazos. Y Berazachussetts lo logra con precisión quirúrgica.

Una de las claves a la hora de salvar el verosímil es, sin dudas, la decisión de situar la ficción en el pueblo suburbano de Berazachussetts, donde todo parecería ser posible o, mejor, donde todo es potencialmente literario. O el uso de la lengua: la escritura de Ávalos Blacha es un arco tensado en cuyos destellos convive el habla de la clase media y la juventud punk, la charla de café y la narración más elegante y clásica.

 

 
     

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[Revista ADN]

 

Artificios de superficie

Por Jorge Consiglio

 

Ya en la primera escena de Berazachussetts , novela con la que Leandro Ávalos Blacha ganó el Premio Indio Rico 2007 cuyo jurado estuvo integrado por César Aira, Daniel Link y Alan Pauls, se evidencia la clave que será el punto de apoyo del resto del texto. Hay cuatro amigas que caminan por un bosque con la idea de tomar unos mates y que descubren a una gorda punk semidesnuda, inconsciente, apoyada contra un tronco. Formulan hipótesis sobre cómo pudo haber llegado a ese lugar. Una de las amigas le saca fotos. Finalmente deciden llevarla al departamento que comparten. Más que la voz del narrador son los hechos mismos los que sostienen la figura que impondrá el rumbo de lectura: el sarcasmo. Un sarcasmo que, para encontrar sus raíces, abrevará en un grotesco que se asienta en la inmediatez y en lo "bizarro", rasgo que será explorado con esmero en la trama.

Luego del hallazgo de Trash, la gorda punk, el foco de la acción se abre en cuatro líneas y se corresponde con el destino de cada una de las amigas. Estos diferentes rumbos se suceden como fragmentos que establecen un ritmo sincopado pero, como el hilvanado de la historia no reporta complejidad alguna, el resultado es una sustancia narrativa abierta, de lectura fluida y ligera. Este recurso favorece la tensión de la intriga. Aunque velado, el escenario de la novela es reconocible, sobre todo por los nombres distorsionados de las localidades en las que transcurren los hechos: Berazachussetts, las playas de Burzacapulco, Tolosaka, las aguas del Ezpeletámesis, Lomas de Zamibia, Longchamps ...lysée. La acción parece tener lugar en el sur del conurbano bonaerense; lo notable es que el germen de esta incerteza se vincula con el modo en que el relato desdibuja o retuerce toda referencia precisa para alejarla de su eventual modelo. El universo ficcional, entonces, adquiere una cotidianidad extrañada. Todos los personajes de la novela de Ávalos Blacha son planos y no logran escapar de la rigidez impuesta por una férrea tipología. La gorda punk, de la que en seguida nos enteramos de que se trata de una zombie antropófaga, funciona como disparadora de los destinos de los otros personajes. La elección de esta clase de personajes, cuya entidad remite al maniqueísmo propio de las historietas, no es casual ni arbitraria sino que aporta un ingrediente más a la estética que sostiene el texto y que se completa con dos aspectos: la relación del poder con el abuso y la crueldad, y la miseria como espectáculo.

Berazachussetts es, en suma, un ejercicio narrativo con más herencia cinematográfica que literaria. Un ejercicio que, más allá de los giros de su artificio, no logra encontrar el resorte indispensable para alejarse de la más absoluta superficie.

 

 

 

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[Revista Ñ]

 

Retrato de una ciudad extraña

Por Guido Carelli Lynch

 

Así como García Márquez deformó la realidad de la caribeña Aracataca para esconderla y alumbrarla por la eternidad detrás del más increíble Macondo, Leandro Ávalos Blacha distorsiona en Berazachussetts la sordidez y la malaria del postergado conurbano bonaerense a través de un tono hilarante y cáustico.
A través de la historia de cuatro amigas y docentes retiradas, una zombie punk y la fauna de esta ciudad a la vez posible y fantástica, este joven narrador (28 años), discípulo de Alberto Laiseca, no abandona el ritmo ascendente de sus provocaciones, que sirven para rememorar la eclosión social de diciembre de 2001. Ávalos Blacha pone en juego y con éxito la coherencia íntegra del texto al retratar de manera independiente las historias siempre entrlazadas de los habitantes de Berazachussetts. Los pormenores del caudillo Saavedra acosado por el fantasma de su ex mujer y por los modales de su nueva amante, las estrategias manipuladoras de la lisiada heroína de la ciudad, Periquita, y el misticismo apocalíptico de Noé González son los engranajes de este genuino y deformado retrato de las complejas relaciones sociales que ofrece la frontera del sistema con el universo de los excluidos.
Sin embargo, los guiños autorreferenciales acaban, en ciertos momentos, por minar la efectividad del humor que se impone con semejantes personajes. La meca del cine de Pehuajollywood, la despreciable moneda –los patachussetts– y hasta Lía Crucet y Sandra Smith a la cabeza de un nuevo grupo de cumbia, son recursos más efectistas que efectivos.
La estructura de esta novela breve facilita una lectura ávida y particularmente lúdica. Esa conquista del flamante ganador del premio Indio Rico, del que fueron jurados Alan Pauls, Daniel Link y César Aira, no oscura la áspera y trillada verdad de una realidad cercana e inverosímil que supera a fin de cuentas la más imaginativa de las ficciones.

 


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[Blog No retornable]

El placer no es una variable

Por Alejandro Soifer

 

El placer no es una variable

La época de la abulia existencial tiene diversos epígonos y ha encontrado en cierta literatura de nuestros días, una encarnación proliferante.

Puede pensarse una trama que entrelaza la estética del Nuevo Cine Argentino con la de algunos de los escritores nóveles que empiezan a ver la luz de la existencia por mano de algunas editoriales que están apostando a esta literatura fresca.

En ese sentido, la Editorial Entropía lleva la delantera en cuanto a preciosas publicaciones de interesantes nuevas promesas del campo literario y de la estética de existencias abúlicas.

La editorial pareciera estar encarando la edición de sus libros siguiendo la regla del “secreto del éxito” de toda pequeña editorial: publicar para determinada pequeña porción de mercado que las grandes editoriales descuidan. Lo que se llama “el nicho editorial”.

Entropía por su parte, pareciera haber encontrado su nicho en lo que podría llamarse “la efervescencia de Puán”: la construcción de lo cool y lo integrado que es ser de Letras en este momento o ser del palo de Letras (basta recorrer los centenares de blogs e intervenciones en blogs de satélites de la carrera, los encuentros de estudiantes de letras, los ciclos de lecturas de narrativa y poesía que se expanden por cuanto antro haya en la ciudad, la importancia de las nuevas revistas literarias de Letras y las intervenciones mediáticas de gente de letras que adquirió, con el Caso DiNucci del verano 2007 su momento de mayor exposición).

“El mundo como supermercado” es el inteligente título (no así tanto el libro) que le puso Michel Houellebecq a una colección suya de artículos de revistas. En momentos en que es clara la forma en que los ciudadanos somos tratados como consumidores a los que se nos intenta vender cualquier cosa como se intentaría vender jabón en polvo, también hay una literatura que puede ser de consumo masivo pero que al mismo tiempo, está contaminada de guiños formales, estructurales y de contenido que harían sonreír de satisfacción a cualquier estudiante que haya aprobado Teoría y Análisis Literario I.

“¿Vos me querés a mí?”, primera novela de Romina Paula se inserta en ese preciso espacio.

La novela toca varios tópicos de la insatisfacción juvenil y en su apuesta por una retórica ampulosa y vacía, desarrolla su problemática: la duda.

Enunciada desde el título, la duda es duda de todo: los valores familiares, el amor, la verdad, la sexualidad, las fantasías, la normalidad, la muerte y el psicoanálisis.

Intercalando un capítulo de diálogo y un capítulo de reflexión introspectiva en forma de monólogo interno, la novela narra algunas situaciones en la vida de Inesia, joven presumiblemente de veintipico, que abandonó una carrera (presumiblemente alguna que se dicte en Puán) para dedicarse al Teatro, que tiene una abuela sobreviviente de un cáncer de mama (cuyo cuerpo no salió indemne) y otra internada en un geriátrico, que está empezando a salir con un pibe pero duda de poder sostener la relación y que, en el fondo intenta lidiar con su duda más profunda: su orientación sexual.

En ese intercambio de capítulos que alternan en dos registros estructurales (diálogo-monólogo interno) también se produce un diálogo cuyo marco es la narración en su totalidad.

Diálogo fracturado por una breve narración en primera persona que se coloca en la mitad del relato aproximadamente y que aporta el único momento de desplazamiento de la acción por medio textual (teniendo en cuenta que el resto de los desplazamientos operan por medio de elipsis y reposición: lo no dicho que el lector repone mediante la materia de los diálogos).

La narración en primera persona es el único momento que no permite la duda aunque se asiente en la subjetividad.

Es objetivo y plantea certezas porque el discurso no se enchastra con las retóricas automáticas de los monólogos internos que terminan conformando una escritura bloguerística (“El punto clave es que no es otra cosa que la riqueza abundancia particularidad del mundo interior, si es que algo como eso existe y no esas palabras, de falsos espasmos y placeres verdaderos, pero no menos efímeros y pelos muchos y largos pelos casatños adheridos a las sábanas junto al olor, mi olor – eso dicen – que yo misma desconozco.” (Paula, p.52)

Los capítulos en forma de diálogo por su parte, se imponen con la potente soberbia de captar a la perfección el habla cotidiana de los jóvenes de clase media en un manejo tan preciso de expresiones y registros que emparenta la escritura de Romina Paula con lo que hizo famoso a J.D. Salinger: transcribir los códigos generacionales adolescentes.

Valga uno de los ejemplos más expecionales (diálogo entre Inesia y Pablo, su chico, acerca del disfrute sexual de ella):

“(Pablo) - Qué locura… no la pasabas muy bien que digamos.

(Inesia) – No, ni en pedo, se ve que el placer no era una variable.

- No.

- Qué bajón.

- Mmmm.

-¿Y ahora?

-¿Ahora qué?

- No, ¿ahora qué onda con eso?

- No sé, bien, no sé… ¿Qué querés que te diga?

- No, no sé, nada, qué onda con eso.

- No se, boludo, ¿qué me preguntás?

- No, nada.

- Que forro.

-¿Por qué?

- No, dejá, no importa, no entendés.

-¿Qué me decís, boluda?

- Ya fue.

-Bueno sí, ya fue…

-…

-¿Me das un beso bonita?” (Paula, 59,60)

Con todo, la narración representa con soltura el estereotipo de pseudointelectual de Puán: con la negación a la francesa (por esa tendencia actual a mutliplicar los modalizadores de negación en la oralidad como quedó demostrado en el fragmento anterior), las referencia directas a la facultad (cuando se compara al Hospital de Clínicas con “estar internado en Puán” (p.70) y sus chicas que recorren el camino de la frigidez en tránsito a la homosexualidad apoyadas en el feminismo mal masticado de Andrea Dworkin: “toda cópula es una violación”.

Así: “Tuve un primer novio con el que cogí y después no quise coger más y estaba como re-loca con el tema, tenía todo un discurso al respecto, como una teoría, pensaba que coger era una violación, porque hay uno que penetra y otro que es penetrado y que el hombre y la mujer estaban en igualdad de condiciones hasta ese momento, en el que el flaco te mete algo hasta acá, ¿entendés?” (Paula, 59).

La cuestión sexual, luego retomada en la llaga interior de la vagina de Inesia producto del sexo heterosexual, la imposibilidad de enamorarse (es decir, la posibilidad de enamorarse con fuerza de un hombre por un breve tiempo y luego desenamorarse sin motivo) configuran el esquema de la duda (la sexualidad) y el carácter de búsqueda e insatisfacciones permanentes del estereotipo Chica-Puán.

Es en ese sentido que la novela delimita y determina todo ese espacio de seres y sus dudas permanentes, donde el placer casi nunca es una variable porque es más cómodo seguir siendo un ser sufriente, un adolescente que añora su infancia asexuada.

La Chica-Puán o Inesia es aquella alternatonta de clase media que se ponía brillantina en el pelo y escuchaba El Otro Yo cuando tenía 15 años.

Sólo que ahora creció y refinó sus gustos (y en eso hay un muy buen trabajo de escritura al referir a productos culturales sofisticados (como el cine alemán) que operan como manifestación de cierto realismo pop cool (en contraste con el Pop Nacional y Popular de la escuela puigiana).

La escritura de la novela es impecable e implacable entonces dando espacio y personalidad a esta subesepecie de jóvenes de clase media que son sus lectores naturales.

En un mundo-supermercado es bueno que haya opciones para todos los tipos de consumidores.

La novela de Romina Paula apunta a aquel tipo de consumidor que contribuye a crear y recrear.

 

 



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[Revista Rolling Stone]

En el país de las maravillas

Por Pablo Plotkin

 

La ciudad de Berazachussetts es un bardo. Los hijos del poder secuestran perejiles, se los llevan al bosque y los intiman a que violen y maten a mujeres desprevenidas. Los filman y suben el material a Internet. La pasan bomba. En ese decorado abyecto irrumpe Trash, una zombi metalero que tiene pinta de haber sobrevivido al ultraje y se topa con un inefable cuarteto de docentes jubiladas –unas trillizas de Belleville versión SUTEBA– que le dan cobijo en su depto. Trash rompe el hielo comiéndose el cadáver de un volantero y bajándoselo con una cervecita en el living de las maestras. “¿Tienen freezer?”, les pregunta con voz dulce antes de repartir los restos del cuerpo en diversos tuppers para la vianda de la noche. A esta altura de los acontecimientos, página 21, la pregunta que se impone es: ¿quién te baja de un comienzo semejante? Ganador del premio Indio Rico 2007 a la mejor nouvelle bonaerense, veredicto unánime de César Aira, Alan Pauls y Daniel Link (a ver quién se les planta a esos tres juntos), este relato desbordante de Leandro Ávalos Blacha (nacido en Quilmes en 1980, discípulo de Alberto Laiseca, autor de Serialismo) monta un GBA paralelo en cuyos márgenes se cocina una revolución caníbal. Con una escritura precisa y una inventiva voraz, el autor descerraja personajes y situaciones a un ritmo disparatado: héroes cumbieros, políticos sin piedad, cuadrillas de lisiados, viejas chotas, fantasmas y profetas rancheros de un Apocalipsis pop. Ávalos parece haber cirujeado en los contenedores de Alicia en el país de las maravillas, Los siete locos y La conjura de los necios para hacerse un banquete personal con los residuos de esas obras maestras.
Acá las acciones caen en torrente, los géneros se baten a duelo y la fauna de Berazachussetts se revuelca en los restos de civilización de un Conurbano reloaded. Hay estrellas de Pehuajóllywood, hay un Muro de Bernal, hay monoblocs de Ciudadelhi y hay un escritor que acumula visiones distópicas y postales decadentes con un ingenio zarpado. El humor narrativo de Berazachussetts es negro y tierno, contemporáneo y a la vez anticuado, y combina lo cáustico y lo festivo con una naturalidad admirable.