Biografía ilustrada de Mishima Mario Bellatin 106 páginas; 20x13 cm. Entropía, 2009 ISBN: 978-987-24797-6-3 |
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+ Bellatin en Entropía | ||||||||||||||||
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Años después de cometer seppuku, Mishima asiste a la Carlos Ríos |
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Contratapa | ||||||||||||||||
Fragmento | 17. Piedra llamada “utchu“. |
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Autor
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Mario Bellatin (Ciudad de México, 1960) es escritor y
director de la Escuela Dinámica de Escritores.
Publicó sus primeras cinco novelas en Perú, donde pasó su infancia y su adolescencia. Tras estudiar en la Escuela |
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Ediciones internacionales Matalamanga
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(Moleskine Literario] El agujero de la escritura por Iván Thays
La nueva novela de Mario Bellatin es una ralentización que empieza y concluye con unos zapatos abandonados al borde un mirador. En el intermedio, un impecable profesor japonés da una conferencia, acompañada con slides, sobre el gran escritor japonés Yukio Mishima. Lo acompaña en la mesa, en silencio, un escritor que es el espectro del propio Mishima. La novela dura lo que durará la conferencia. El narrador es un asistente silencioso. Y mientras el profesor diserta sabiamente sobre la obra del autor japonés, el espectro de Mishima ve en aquellos slides una biografía ilustrada de su vida póstuma o paralela. Y es que, lo cierto es que la biografía ilustrada a la que asistimos apenas tiene que ver con la “verdadera” vida del narrador Yukio Mishima. Y más bien, se parece muchísimo (en la coincidencia de los títulos y los temas de las novelas, en la obsesión por los perros y las víctimas talídomes, y en algunos datos autobiográficos que pueden rastrearse) a la de Mario Bellatin. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
[Bazar Americano] Autonomía, histeria y continuidad Por Sonia Budassi 1- Enfrentarse a la obra de Mario Bellatin es, para algunos, una tarea tediosa; para otros, aborrecible. Para muchos de quienes escriben habitualmente reseñas literarias, resulta apasionante. Es verdad que, al mismo tiempo, es difícil sustraerse de ciertos lugares comunes que se han instaurado, con mayor o menor justeza, en relación a su obra. ¿Qué sucede entonces alrededor de Mario Bellatin? Omitamos la respuesta, condenada a ser errática o falaz. Hagamos una enumeración, digamos acotada, incompleta. *Desde hace unos años, el mejicano cuenta con el festejo casi unánime de un sector importante de los críticos argentinos. *Muchas veces la desidia hace que aquellos objetos que resultan esquivos, difíciles de asir, generen manifestaciones producto de la inercia: adhesiones o crispaciones como resultado de una consolatoria simplificación; del afán por seguir o despreciar al “autor de culto” y participar en algo tan efímero como puede ser una moda en el campo literario. *No hay que desdeñar el hecho de que, cuando un léxico ajeno a la literatura se proyecta sobre un autor, se generan, con perdón de la obviedad, lecturas indisolubles a la figura de ese mismo escritor (En varias oportunidades, Bellatin aparece mencionado como una “celebridad” y se le atribuye un campo semántico cercano al del “rock star”. El Gran Vidrio (Anagrama, 2007) tenía una faja y contratapa que citaban a Patricio Lennard: “Mario Bellatin se ha convertido indiscutiblemente en una de las estrellas literarias de la escena latinoamericana actual”. Eso puede generar ciertos prejuicios. Como también ciertas poses, que lo colocan del lado del “escritor sofisticado” y lo asocian a una ironía “aristocrática”. Pero hay otras cuestiones que refieren, a grandes rasgos, a sus textos: *Bellatin retoma artilugios conceptuales y formas de producción de las vanguardias históricas; y en este sentido, críticos como Juan Terranova, han dicho que su literatura esretro. *En su obra suele inscribirse, con mayor o menor eficacia a lo largo del tiempo, su propio aparato crítico; el autor deja hilachas para tejerlo de manera articulada por fuera y al interior de sus textos. * Si el territorio de la literatura puede ser el de la indeterminación y no el de la asfaltada superficie de la certeza, Bellatin es capaz de llevarnos directamente, en ocasiones, al extremo del hermetismo y de una pretenciosa ambigüedad. *Bellatin plasma la sensualidad de lo hiperanalizable, realizando o reforzando operaciones que van desde los gestos copistas borgeanos a simpáticos mix de toques autorreferenciales. Por no mencionar las paradójicas respuestas que concede en algunas entrevistas, su actividad en la Escuela Dinámica de Escritores y sus performances. Y, si asumimos que cualquier texto es, voluntariamente o no, metaliterario, obras como Biografía ilustrada de Mishima funcionan en ese sentido de manera enfática. 2- Cada libro de Mario Bellatin sostiene, con respecto a los anteriores, la interesante histeria que proviene del cruce entre la autonomía y la continuidad de su mutante “obra completa” (la obra: un patchwork). Al intentar leer críticamente un nuevo título, es inevitable pensar en aquella frase de Graciela Speranza sobre la obra de César Aira. La crítica afirma que resultan inútiles “las disquisiciones habituales sobre la prolija lectura textual de la obra aislada”. Es conveniente relativizar aquella sentencia por un momento: habrá libros que al mismo lector pueden resultarle engorrosos y pretensiosos. Habrá otros que provocarán un efecto de lectura distinto. Se me ocurre Jacobo el mutante (Mansalva), como ejemplo del primer caso y Los fantasmas del masajista (Eterna Cadencia) como ejemplo del segundo. 3- A esta altura, en que han circulado algunas reseñas contundentes es probable que el lector conozca la historia de Biografía ilustrada de Mishima. (Digresión: hay novelas en las que Bellatin juega deliberadamente a la estructura errática; otras, como ésta, en que avanza en una dirección). Resumamos: Mishima, un personaje con puntos de contacto con el escritor japonés, y con Mario Bellatin (desde las alusiones al síndrome talidomínico, a los títulos de sus novelas, la poesía sufí, etc) muere decapitado. Que “muere” es una forma de decir: “En esos momentos no existía la tensión nerviosa que solía experimentar, la que se instauró en su vida especialmente después de su muerte”, se lee. En Biografía... el autor vuelve a recrear un clima onírico; el poder premonitorio del sueño –y la escritura, para Bellatin, comparte la misma cualidad– y un universo ubicuo, herencia de misticismo católico –la figura del limbo–, de la filosofía espiritista, y del surrealismo, que hace posible la convivencia de espectros con seres “vivos”. Mishima decapitado concurre a una conferencia que un profesor da sobre él y, como los asistentes, somos testigos del racconto de su vida. 4- Ya se ha señalado, a veces con claridad, otras de modo implícito, que éste también es un libro sobre “el vacío” como condición de posibilidad de la literatura. La cuestión se reafirma en el texto con imágenes pesadas que van desde la carencia de cabeza del personaje a la contemplación de unos zapatos al borde de un precipicio o la mención a un bungalow en lo alto de una montaña que permite tener una mirada inaudita de la ciudad. Si el exquisito Los fantasmas del masajista empezaba –una y otra vez– recapitulando información, Biografía ilustrada de Mishima vuelve de una nueva manera –una y otra vez– sobre los mismos problemas, al punto de alcanzar la densidad esquiva y potente de la que es capaz la pregunta más honda; el relato más extremo, la retórica filosófica más áspera. La maquinaria del relato, entonces, escande narrativamente otro camino. El profesor da su conferencia con una máquina que muestra lo real: un “simulacro” de realidad, que nos permite ver una proyección de la vida de Mishima. Entre otras cosas se nos cuenta, por ejemplo, que tuvo con la fotografía una relación extraña: tomaba fotos que nunca se revelaban o, directamente, no usaba rollos. Se habla de “fotos espectro”. El campo semántico del abismo y la vacuidad también se despliega en múltiples formas a lo largo de la narración. 5- Se duda sobre la naturaleza de la escritura. Se recoge el fantasma, la falta, el vacío, como un lugar desde el cual crear. En un momento, el personaje concluye sobre la “cabeza” y la “creación de palabras”, que “no podía existir una sin la ausencia de la otra”. 6- La pregunta, hacia el final, es: ¿Qué es lo alegórico, qué es lo real? En la relectura de las novelas que escribió considerándolas realistas, antes de que lo decapiten, Mishima ve ahora el desarrollo de imágenes que significan otra cosa. 7- “De qué río se nos habla en ese extraño exilio que es la escritura?”, es la pregunta recurrente. El camino que señala el transcurrir de la novela es barroso; el escritor no puede poner distancia, ni pie firme; las prótesis que llenarían el hueco de la parte escindida no funcionan, y todo eso vendría a configurar un ars poética. 8- La lectura podría volverse un tedio si el texto se entregara a la especulación lógica y a las disquisiciones filosóficas. Por suerte, Mishima tiene dimensiones atrayentes que el narrador cuenta con pericia, diversificando anécdotas y escenas, como la que refiere a la felicidad que le pudo provocar una circunstancia doméstica, con un pájaro enjaulado. O cuando intenta y fracasa ante condiciones materiales –quiere cobrar un subsidio mintiendo– u otras formas de enfrentarse al otro. En este sentido, Bellatin da un paso más, no sólo conjurando el estigma y la discriminación social ante quien no tiene lo que el resto, sino trasladando ese problema a los demás. Ya resignado a no insistir en ocultar su falta de cabeza (como exigen las cirugías reparadoras y las prácticas ortopédicas), el personaje convocará a un artista plástico para que cree sobre ese espacio vacío un ornamento mediante el cual no sólo él, sino todos, pudieran hacerse cargo de la monstruosidad. Así llega un momento en que el espectro se suspende, por un rato, por la alteridad. Y cierta desviación trasciende el culto a la conciencia individual y queda inscripta, también, cuando se expone el problema de las convenciones sociales. El protagonista y su amigo Morita se ven compelidos, por presión de una tía, a comprar un auto que ninguno de ellos desea. 9- Sin clausurar sentido pero sin caer en un pretensioso hermetismo, Biografía... interpela y da vueltas a una pregunta hasta el fondo, la procesa y la descompone en el intento de decirla de todas las formas posibles, como quien quiere atrapar la neblina que cae sobre una ciudad. 10- La escritura de Bellatin juega con su propia idea de que “el lenguaje nunca es lo suficientemente escaso”. La austeridad en el uso de adjetivos se combina, por otra parte, con la necesidad de escribir con otros recursos como la fotografía. Ya lo hizo varias veces antes, aunque en Biografía... el efecto parece ser un poco más radical. Cuando termina la segunda parte del libro, el lector siente algo parecido a esos monjes que se tiraban a las aguas profundas del estanque: “Cayeron muy hondo y experimentó cada uno a su manera la desesperación del ascenso. Lograron, felizmente, salir todos a la superficie”. Bien podría aplicarse ese movimiento a la experiencia de lectura que provoca el libro. Hasta que pasamos al apartado de las fotografías, todas con epígrafes, e irrumpe la sombra de una sonrisa, levemente irónica, del narrador, que nos hace de pronto salir de ese estado; entonces, las preguntas sobre la productiva vacuidad se desvían en un juego que aliviana, un poco, todo lo anterior. 11- Una pregunta final, marginal, sobre el proyecto Bellatin. Tratemos de conceder para luego impugnar un proceso inherente a la producción de sentido. Es necesario estar alertas a aquella teoría según la cual lo que vemos son ideas que representamos de acuerdo al conocimiento previo que ya tenemos de ciertos objetos y problemas. Si superamos esto es, de todos modos, imposible sustraerse a la tensión que se genera entre el más profundo compromiso que manifiesta Bellatin cuando recrea elementos con los que ha trabajado antes. Si Biografía... retoma preocupaciones, tópicos, procedimientos y, en algunos casos, los reformula superando el horizonte de expectativas, también es posible preguntarse hasta cuándo y cómo podrá sostenerse, entonces, en el futuro, semejante proyecto; hasta qué punto la proliferación de cada texto y de cada operación bellatinesca no terminará representando un estadío epigonal; de qué forma continuará el ambicioso enjambre artístico-conceptual del escritor y bajo qué nuevas acciones podrá eludirse la obturación de sentido. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------- [Los asesinos tímidos] Biografía ilustrada de Mishima Por Ariel Gamarra
Mario Bellatin, o mejor dicho: su narrativa, se ha venido independizando cada vez más de lo que se puede denominar “la realidad”. El universo donde sus ficciones suceden no es el de lo maravilloso, lo real-maravilloso ni lo fantástico, ya que esta tipología de ficción literaria está ligada a la verosimilitud y se apoya en una poética orientada a que el lector crea, al menos mientras lee, lo que se le cuenta, pues el efecto estético del relato depende de un poder de persuasión considerado fundamental. La ruptura de Bellatin con la tradición, su acercamiento a la literatura del absurdo, consiste en hacer claramente perceptible lo ficcional de sus textos, contra toda pretensión de que el lector viva sus relatos.
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[Esto no es una revista] Yourcenar + Bellatin = Mishima Por Javier Martínez En el año 1970, Yukio Mishima realizaba, con su muerte ritual, uno de los actos que más repercusión tendría en relación a su figura pública. El seppuku, que lo inscribió en un lugar en el que la fascinación, la curiosidad, el morbo –entre otras «cualidades occidentales» que le quepan al rito del suicidio por evisceración por mano propia– , ha echado luces y sombras sobre sus producciones, fueran novelas, obras de teatro, un guión para una película o la formación de una milicia privada. Ese ejército que, desencantado de la posición política y moral del Japón que le tocó en suerte vivir, formó para tomar el poder y reinstalar el modus vivendi tradicional japonés: el imperial. Darle de nuevo su lugar al Emperador de las tierras del sol naciente, no era en Mishima una puesta en escena, una mera nostalgia por buenos tiempos pasados de férrea moral; sino una posición activa, la búsqueda de restituir un lugar de poder y un modo de ejercerlo; un cómo estructurar la sociedad y ubicar a los sujetos que la componen. Y lo llevó hasta las últimas consecuencias, al suicidio ritual que terminaba con un fiel amigo o ladero decapitando al penitente; una forma de suicidio en mano diferida, en definitiva, un corte de gracia para no extender el sufrimiento más allá del salto al vacío de las tripas, ya que todo seppukubien realizado no conlleva la muerte en forma inmediata. Diez años después de esa muerte ritual, luego de haber tomado con su milicia el cuartel general del ejército japonés en Tokio y fracasar en su arenga a las tropas oficiales para dar un golpe de estado, la escritora francesa Marguerite Yourcenarescribió un ensayo biográfico, en el que tomó como ejes dos de los libros fundamentales de la producción del japonés, fotos de su vida y el suicidio ritual como una de las formas del vacío al que refiere su título: Mishima o la visión del vacío. A propósito de esta obra, el profesor Óscar Galindo hace una observación muy acertada en su artículo Los pactos biográficos: Mishima o la visión del vacío de M. Yourcenar: “Seguramente, toda biografía de un escritor escrita por otro escritor implica un doble movimiento. Por una parte, es una mirada sobre el escritor y su obra que sirve de objeto de estudio. Por otra parte, una mirada sobre sí mismo, sobre el propio biógrafo. En tanto mirada sobre el oficio de escribir, la biografía se convierte en autobiografía” (1). El acierto está en que la visión del vacío que propone Yourcenar se trata, precisamente, de una mirada; de una implicación del sujeto en aquello que es objeto de su interés. Yourcenar nos regala una maravillosa obra de escasas páginas, en las que sus preguntas se entraman con las de Mishima; en la que bucea en los símbolos no para darles sentido sino para crearlo a partir de su mirar, de su leer, de su tamiz personal sobre la palabra ajena. Una biografía hecha de retazos que habla del vacío, que no es sino abstracción de la vida y de la muerte, de la tensión atávica de nuestro tránsito en la vida. En ese punto, el devenir de Mishima sujeto le sirve a Yourcenar para reubicar su obra (donde el su tiene ya otro sentido acerca de la obra: de la propia y la del japonés); para proponernos una mirada sobre la invención, la reinvención y la muerte del escritor; producto de la palabra, efecto del lenguaje.
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[El Roommate] Biografía ilustrada de Mishima Por Laura Juliana Torres
¿Qué clasde de escritura instituye una biografía post-mortem? ¿Es que acaso sólo después de muertos “los escritores se encuentran ya preparados para entender los símbolos a partir de los cuales construyeron su trabajo”? (51). En Biografía ilustrada de Mishima, a diferencia de otros libros biográficos sobre el escritor japonés que sirven de posibles subtextos a la novela (como Confesiones de una máscara del autor nipón o Mishima y la visión del vacío de Yourcenar), Mario Bellatin propone como protocolo experimental la idea de una biografía que se inaugura con la muerte: “¿Qué clase de espanto ha sido capaz de generar una escritura semejante?”(49). La novela cuenta las peripecias de un Mishima descabezado después de cometer seppuku. Es precisamente los detalles de las circunstancias que rodearon la muerte del novelista japonés la única referencia rigurosamente biográfica que toma Bellatin de su vida. El suicidio ritual de Mishima en 1970 fue televisado por los medios, por lo que pudo ser observado en el mismo instante en que se llevaba a cabo. La fascinación de Bellatin por un tipo de lógica de producción que impone una forma específica de recepción –la impresión de que un determinado acto es experimentado de la misma forma en la cual fue ejecutado– parece inspirar la trama del libro. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------- [El interpretador] Mishima por Bellatin Por Eduardo Febres UN maestro japonés fue el inventor de la “máquina didáctica” que muestra lo que vemos de la vida y obra de Yukio Mishima. Incluso el recinto educativo donde se imparte la conferencia sobre Mishima es proyectado por esta máquina, que el narrador (quien se encuentra entre el público) describe como “una suerte de aparato a través del cual, una vez instalado, se comienza a mostrar una especie de película de la realidad”. DOS preguntas movilizan la trama en la Biografía ilustrada de Mishima: “¿de qué se nos habla en ese extraño exilio que es la escritura?” y “¿qué clase de espanto fue capaz de provocar una escritura semejante?”. La proyección, la conferencia y la vida de Mishima (que hacia el final de la conferencia el maestro japonés califica de inexistente) son el vehículo con que se transita la indagación de esas interrogantes. TRES títulos de la obra de Mishima se mencionan en la conferencia: El jardín de la señora Murakami, Salón de Belleza y Damas chinas. Y en este momento de la conferencia (acerca del que no miente el narrador cuando dice que fue “la sorpresa mayor que ofreció Mishima a los presentes”) es cuando se esclarece, llevándolo al extremo, el artificio con que el autor ha estado hablando, hasta entonces de un modo más críptico, de sí mismo y de su obra. CUATRO o cinco datos biográficos del autor (que probablemente el lector conoce por la vida pública de este) y el título de esas obras acercan la figura de Mishima y la figura de Bellatin, a un punto que a ratos parece metonímico: ambos son talídomes, ambos se someten a “sesiones de fotos en las que buscaba emular cierta iconografía donde se mezclaba el dolor y el placer”, y a ambos le falta un miembro del cuerpo: a Bellatin, un brazo, y a Mishima, la cabeza. CINCO o seis datos de la vida de Mishima alejan su figura, ya no de la de Bellatin, sino de lo meramente humano. Mishima sigue viviendo después de un suicidio asistido, que consistió en que su mejor amigo lo decapitara; Mishima devora corazones hervidos de pollos sacrificados que su tío le envía; Mishima va a almorzar en un cementerio. La vida de Mishima, puesta en escena en un show de recinto educativo, opera como metáfora del distanciamiento que el autor establece entre él y su obra para reflexionar en torno a ella. Un episodio de la proyección, en el que Mishima asiste a una puesta en escena de su libro Salón de belleza, condensa esa metáfora: “En aquel teatro fue la primera vez que pudo leerse a sí mismo”, dice el narrador. Entonces lo toma “un trance casi hipnótico” y surge la pregunta: “¿qué clase de espanto ha sido capaz de generar una escritura semejante?”. CINCUENTA Y CINCO páginas de texto le lleva a la vida de Mishima agotar la escritura. Y todo parece dispuesto para que, cuando el lector llegue a la secuencia de fotografías que le sigue a estas páginas, haya alcanzado el “cierto estado de éxtasis” que el narrador ha advertido al inicio de la conferencia, en algunos asistentes. La biografía recomienza, ahora en fotografías de distintos grados de definición y texturas. Todas van acompañadas de leyendas irónicas, de un desenfado que roza a veces el ludismo infantil, pero que, cargadas del relato que les precede, adquieren una densidad que parece destinada a generar en el lector el “incontrolable estado de exaltación” del que fue presa Mishima cuando asistió a la puesta de Salón de belleza. LA ANTEPENÚLTIMA fotografía muestra a Bellatin junto a una mujer mayor, con la leyenda “pareja de analistas que trabajó el caso Mishima”. Y en este punto, podemos pensar en este libro como una máquina ficcional (“una suerte de aparato”) con el que el autor jugó a estar entre el público leyéndose a sí mismo. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
[ADN Cultura] Biografía ilustrada de Mishima Por Pedro B. Rey La concisión y la escasez de adjetivos es una de las marcas de Bellatin. Esta breve novela sigue los pasos de Yukio Mishima, el autor de El pabellón de oro. Lo curioso es que lo hace después de que éste hubiera cometido aquel famoso seppuku en el que, literalmente, perdió la cabeza. Acéfalo, el escritor japonés asiste a una conferencia sobre su obra, viaja a París para un estreno teatral, recuerda, escribe cartas. Biografía ilustrada... no aspira a la literatura fantástica, tampoco al absurdo, aunque fantásticos y absurdos sean sus efectos. El raro limbo en el que se encuentra el protagonista, todo un dispositivo narrativo, permite en realidad atisbar por fragmentos una vida que se va volviendo para siempre ajena. El apéndice fotográfico no funciona tan bien como en el previo Shiki Nagaoka. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------- [Crítica de la Argentina] "¿Dónde estará la cabeza de Mishima?" por Roka Valbuena Mario Bellatin afirmó por escrito, desde una computadora radicada en el extranjero, que, tras un año inquieto, lleno de viajes, afortunadamente está muy bien. Lo cubre, al parecer, una paz madura y define su actual estado de ánimo como calmadamente contento, como si fuera, dijo, un anciano sabio. Pasó el año recorriendo muchos países, cumpliendo el riguroso calendario de un escritor importante. Cruzó fronteras dando conferencias y explicando a los lectores sus nuevos artefactos literarios. Terminó muy cansado, no escribió mucho, no recuerda siquiera todos los libros que publicó y, tras cerrar la ruta de la promoción, concluyó esto: “Descubrí mucha realidad e irrealidad”.
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