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Leyenda
Literatura argentina:
cuatro cortes
Daniel Link
280 páginas; 20x13 cm.
Entropía, 2006
ISBN: 987-21040-6-9 |
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Daniel Link define Leyenda como un “conjunto de
intervenciones” acerca de un “objeto legendario”: la literatura argentina. Las obras de Borges, Bioy Casares, Aira, Masotta, Viñas, Filloy, Sábato, Walsh y Piglia, entre muchos otros, marcan estas páginas. Es sobre esa tradición (y sus violaciones) que Link construye aquí una genealogía de las letras argentinas, “en la cual el pasado no funciona como causa, sino como retombée (eco anticipado, causalidad acrónica) del presente”.
El autor propone cuatro cortes: Peronismo y misterio, Crítica y política, Crisis de la literatura y Milenio. Los tres primeros funcionan como miradas retrospectivas que parten del presente para entender de dónde proviene la relación actual entre literatura y cultura industrial, crítica y verdad, arte y política. El último corte es una reflexión sobre el presente escindido en dos partes: Restos diurnos y Márgenes. En ellos, la intervención que ejecuta Link sobre su objeto (sus “preferencias, discusiones, algarabías y rechazos”) encuentra un punto de llegada, aquél donde distintas experiencias del lenguaje y la imaginación se debaten por decidir cómo y cuál es la literatura argentina del segundo centenario. El propio autor aclara: “Leyenda no es un libro de historia de la literatura argentina sino más bien un tratado de arqueología sobre la literatura argentina considerada como una ruina”.
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Contratapa |
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Fotos: Sebastián Freire |
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Segundo corte (1955-1966)
Crítica y política
Los libros, se sabe, circulan como mercancía. Existe un mercado, constituido por el público, los autores, los editores y diversos agentes de mediación entre los que la crítica es una institución decisiva. La crítica descubre, dictamina, sanciona, premia o condena. Los críticos ponen en circulación textos, deciden (no unilateralmente) el valor de una mercancía.
Pero la crítica también puede ser pensada ella misma como una mercancía: se integra en el circuito de producción-consumo de los libros en general y allí compite con otros géneros discursivos por los favores del público (en los últimos años, hemos visto a la crítica perder terreno respecto de otros géneros: la biografía, el testimonio, la entrevista). Este doble estatuto institucional de la crítica (aparato de consagración pero también objeto de consagración) es tal vez su rasgo distintivo más perdurable.
El mercado de libros no es homogéneo; aparece estratificado, constituido por clases de público que se superponen, se rechazan, se complementan. A su vez, los órganos por los que la textualidad crítica circula también son específicos. Existen revistas especializadas (la mayoría de las veces académicas), tradiciones temáticas y estilísticas específicas, congresos, premios, becas, etc., que delimitan las posibilidades de construir un objeto crítico determinado, o mejor: que delimitan las reglas a partir de las cuales los objetivos críticos se construyen.1
Parece obvio: cuando el boom latinoamericano se agotó como hecho de mercado,2 la crítica puso en el centro de su interés las características, los límites, los aportes, la estructura y la política de ese boom editorial. Es decir que se transfirió de un sector público a otro (más especializado) una oferta temática, de modo que la demanda todavía produjera algo de riqueza. Se trata de que el mercado específico de la crítica pueda mantener de manera más o menos constante ciertos valores de producción, circulación y consumo.
La crítica (por qué habría de ser de otro modo) funciona según una lógica de mercado, o una “lógica universitaria (que funda el pasaje sucesivo de una tendencia a la siguiente: el abandono de lo que se sostenía ayer y su reemplazo por lo que se sostiene hoy: el desplazamiento constante de la verdad)”.3
Esa “lógica universitaria” no domina, contra lo que puede pensarse, sólo a la crítica producida en (o para) las instituciones escolares, si bien es cierto que allí es donde más espectacularmente aparece su modalidad rotativa: ayer lo que importaba era el estilo de los textos, luego su función política, más tarde la “literaturidad” que actualizaban, hoy lo que representan, mañana el modo en que construyen la imagen de Dios (todo es posible).
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Fragmento |
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Autor
Linkillo
(Blog personal)
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Daniel Link es catedrático y escritor. Dicta cursos de
Literatura del Siglo XX en la Universidad de Buenos Aires
http://groups.yahoo.com/group/siglo20/, donde
desarrolla sus investigaciones. Es miembro de la Associação
Brasileira de Literatura Comparada y la Latin American
Studies Association. Ha editado la obra de Rodolfo Walsh
(El violento oficio de escribir, Ese hombre y Otros papeles
personales) y publicado, entre otros, los libros de ensayo
El juego de los cautos (1992), La chancha con cadenas
(1994), Escalera al cielo (1994), Carta al padre y otros
escritos íntimos (2002), Cómo se lee (2003, traducido al
portugués) y Clases. Literatura y disidencia (2005),
las novelas Los años noventa (2001) y La ansiedad (2004)
y las recopilaciones poéticas La clausura de febrero y otros
poemas malos (2000) y Campo intelectual y otros poemas
(2003). En 2004 obtuvo la beca Guggenheim.
Actualmente prepara para su publicación su tercera novela,
Montserrat, trabaja en un ensayo sobre la obra de Copi y
en Links, una novela genealógica.
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Reseñas
Diario Perfil
(Juan Terranova)
Cultura La Nación
(Ana Ojeda)
Golosina caníbal
(Matías Raia)
Radar Libros
(Patricio Lennard) |
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[Diario Perfil]
Tres partes y el presente
por Juan Terranova
Leyenda - Literatura argentina: cuatro cortes se presenta en su introducción no como “un libro de historia de la literatura argentina” sino más bien como “un tratado de arqueología”. La periodización crítica, en todo caso, hace de columna vertebral en las primeras tres partes y sobrevuela la cuarta. El primer corte, Peronismo y misterio (1942-1953), se compone de útiles respuestas sobre el destino del género policial en la Argentina y sus vinculaciones con lo político, esfera que también recorre las dos partes siguientes. Crítica y política (1955-1966), quizás la mejor pieza del libro, rastrea los momentos de inflexión de la crítica literaria local. Leyendo a partir de sus diferentes soportes, círculos de pertenencia y procedencias editoriales, Link construye una identidad y una ubicación convincentes para cada uno de los escritores que nombra (Viñas, Jitrik, Sebrelli, Masotta, entre otros).
En el tercer corte, Crisis de la literatura (1968-1983), se releva el desempeño de distintos actores intelectuales en el paso de los “festivos” años sesenta a los conflictivos setenta. A estos tres ensayos de neta producción académica se le opone el cuarto corte (1995-2010), una miscelánea de críticas breves publicadas en medios especializados y suplementos culturales. Es como si, para hablar del presente, Link tuviera que abandonar la forma no rígida pero inevitablemente esquemática del paper y dejarse avanzar por la desarticulada energía cotidiana, donde las lecturas son más audaces y jugosas en su arbitrariedad.La prosa de Link, siempre prolija, pone especial atención a las diferentes formas de la narración, sus soportes y oscilaciones entre lo artesanal y lo industrial, entre la elite y lo masivo.
Hay una influencia evidente en la mirada y escritura de Leyenda... que conjuga, por su claridad y legibilidad, lo mejor de Beatriz Sarlo con la fuerza intelectual de Literatura argentina y política de David Viñas. Menos ambicioso que Literatura y disidencia, menos teórico que Cómo se lee y otras intervenciones críticas, Leyenda... es un libro algo predecible pero ágil y feliz, al mismo tiempo que un excelente recorrido por un fenómeno tan esquivo y vital como es la literatura argentina del siglo XX.
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[Suplemento Cultura de La Nación]
El autor como lector
Por Ana Ojeda
Una fotografía muestra, apenas abierto el libro, a su autor leyendo un libro de rigurosa encuadernación negra, un libro genérico. Ese será el enfoque elegido y desarrollado a lo largo de Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes , el autor -primero y antes que nada- como lector.
"Llamo Leyenda a un conjunto de textos sobre literatura argentina escritos por alguien que no se imagina como un experto en el campo de los estudios sobre literatura argentina pero que, sin embargo, ha sido convocado una y otra vez a intervenir en ese campo", asegura Daniel Link en la Introducción.
Cuatro son los cortes postulados en el título y dos los tipos de intervención que Link, autor de Los años noventa y Clases , nos propone en esta oportunidad. "Peronismo y misterio (1942-1953)", "Crítica y política (1955-1966)" y "Crisis de la literatura (1968-1983)", por un lado, son artículos críticos aparecidos o inéditos, escritos en diferentes momentos. El primero, por ejemplo, originalmente pensado para la Historia crítica de la literatura argentina dirigida por Noé Jitrik, no llegó a publicarse debido a diferencias irreconciliables entre el autor y el director de aquella colección; el segundo, también escrito para integrar un volumen colectivo -la Historia social de la literatura argentina dirigida por David Viñas-, no logró ver la letra de molde (al menos en esa oportunidad), debido a que el proyecto se interrumpió luego de la salida del primer tomo, dirigido por Graciela Montaldo.
Estos tres primeros cortes ofrecen al lector una progresión cronológica ordenada, que abarca gran parte de la literatura del siglo XX. De esta forma, partiendo de un análisis del género policial y las particulares declinaciones que éste adoptó en la Argentina, se pasa a una reflexión acerca de la importancia que tuvo Contorno para "la fundación de la crítica contemporánea en Argentina", y se termina analizando la literatura de los años setenta, que coloca en el centro de la escena de escritura a la violencia. Además del panorama cronológico, estos tres primeros cortes ofrecen al lector otro beneficio: un enfoque similar, obsesionado por los discursos de los medios masivos, la cultura industrial y la lógica del mercado.
En la década del cuarenta, sostiene Link, "los escritores educados al calor de la máquina cultural y sus valores (el entretenimiento, el relato bien fait, el wonder , el suspense , el internacionalismo y la traducción de formas y contenidos ya probados en otras latitudes) se vuelcan masivamente a la experimentación del género policial". En la década siguiente, en cambio, la crítica empieza "a ser pensada ella misma como una mercancía". Esto le permite plantearse como una intervención declarada (y no solapadamente) política en el campo de la cultura: "Escribir -en palabras de Oscar Masotta- es cuidarse de lo que se escribe porque lo que se escribe puede ser utilizado". En esta línea, "los setenta muestran por lo general una confianza permanente (heredada de los sesenta) respecto del ´control que la cultura alta (letrada) podía ejercer sobre los medios, la certeza ciega de que la cultura industrial no desplazaría a los productos de esa cultura de la posición central que ocupaban".
El cuarto y último corte, "Milenio (1995-2010)", es, a diferencia de los anteriores, una miscelánea de textos aparecidos en su mayor parte en el suplemento Radarlibros . Reseñas en su mayoría, pero también contribuciones escritas originalmente para presentaciones de libros, entrevistas y notas. Mientras que en los tres primeros cortes se intentaban abordajes de conjunto (de un género, de una disciplina, de una década), aquí el trabajo es más puntual. Se avanza sobre textos de autores por lo general contemporáneos (Piglia, Fogwill, Andahazi, Sábato, Molloy, Aira, entre otros), con la vista puesta en el futuro: "lo importante es el punto de llegada, el milenio, es decir: la literatura producida, agónicamente, hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI (aproximadamente entre 1995 y 2010)".
Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes es de lectura ágil, amena y entretenida. Su interés por el análisis del peso político que tiene la literatura, por otra parte, le permite salir airoso del desafío principal que entrañan las recopilaciones de artículos: la falta de organicidad.
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[Golosina caníbal]
Re-cortes
Por Matías Raia
Leyenda: literatura argentina, cuatro cortes (Ed. Entropía) se divide en cuatro cortes cronológicos en función de una arqueología de la literatura argentina. Cada corte se presenta como una cartografía de autores ligados a partir de uno o varios conceptos que están explícitos en los tres primeros cortes (el género policial y la industria cultural; la crítica, la política y el contexto; la violencia, la mass-media y el estilo) y más difusos en la cuarta parte (aunque el objetivo del libro, en parte, consiste en mostrar que las ideas de los anteriores cortes reaparecen y condicionan al último: la literatura contemporánea).
El segundo corte, sobre la crítica literaria que se renueva a partir de Contorno, parte de la división de la crítica literaria en su estatuto institucional académico y periodístico, ambos vinculados con diversas lógicas (universitaria y de mercado). Desde este desdoblamiento, Leyenda puede ser leído en esa tensión: los tres primeros son claro ejemplo de la crítica académica; en cambio, el último se inscribe y se escribe desde la crítica periodística. Link, como en sus anteriores libros, escribe en esa tensión y a su vez la supera, mezclándo las dos lógicas en una crítica distinta que escapa a la homogeneidad de un discurso establecido esgrimiendo esas tres variables, también (y tan bien) señaladas en el segundo corte: una redistribución de saberes; una intervención política; y una escritura.
Sólo con tomar los títulos de los cortes se pueden vislumbrar las lentes con las que Link lee la literatura argentina: Peronismo y misterio; Crítica y política; Crisis de la literatura; y Milenio: Restos diurnos y Márgenes. Retomando una frase del prólogo queda claro tanto el uso de estas variables como el objetivo de Leyenda: “...parto desde el presente para entender de dónde nos viene (de dónde imaginamos que nos viene) una determinada relación (una relación actual) entre literatura y cultura industrial, crítica y verdad, arte y política.”(Pág. 16) Estos últimos conceptos no se limitan a aparecer en un corte sino que van desplazándose de uno en otro, relacionándose entre sí y reformulándose en relación con el contexto histórico y social en el que se inscriben. Por eso, si en el segundo corte (Crítica y política) la crítica argentina “adquiere conciencia... de sus posibilidades políticas...” a partir de “condiciones históricas precisas” (Pág. 63), en el tercer corte (Crisis de la literatura) la literatura misma se presenta como un conflicto entre la estética y la política donde la “irrupción de fuerzas antiestéticas” generan una escritura desde la violencia.
Las citas en Link funcionan en diversos planos: por un lado, son citas de autoridad que le permiten sostener el discurso, una coro de voces que constituyen la médula de cada uno de los ensayos, un repertorio de fragmentos que provienen de otros discursos entrelazados con el discurso del propio Link. A su vez, da la sensación de que la cita es una invocación casi religiosa a los que ya pensaron antes lo que Link quiere decir, en este sentido retoma las citas para reformularlas, para continuarlas o para enfrentarlas pero siempre utilizando al fragmento como punto de salida. Por último, autores como Deleuze, Foucault o Agamben no sólo se presentan citados sino que irrumpen en el discurso crítico de Link como guías y cada una de las citas o los conceptos que de ellos provienen son antorchas que iluminan el recorrido de su pensamiento, es imposible pensar el discurso de Link sin la incidencia, sin la presencia de estos autores.
En Leyenda, Link recorre la literatura argentina desplazándose entre zonas que a pesar de su heterogeneidad están íntimamente conectadas. Si el punto de partida es el género (policial, en este caso) donde la literatura se transforma desde la industria cultural; la próxima parada será la crítica literaria en relación con la política y su autoreconocimiento; luego, la literatura misma, su violenta contextualización durante los años 70' y su vuelta hacia la política y contra el género; y por último, la lectura desde el periodismo, la reseña, el repertorio de autores particulares contemporáneos. De este modo, reaparece ese nomadismo que caracteriza la crítica de Link, estar siempre “entre” y nunca en un punto particular; como si la posibilidad de pensar a la literatura sólo pudiera ser alcanzada mediante el estar, a la vez, dentro y fuera de ella. Clara muestra de esta postura son sus anteriores libros en los cuáles la literatura se mezcla con el cine, la tecnología, la filosofía, etc. Como bien dice Patricio Lennard en su reseña para Página/12, Link se postula claramente como un "crítico a secas", desligándose de toda especialización.
Ya desde Cómo se lee y otras intervenciones críticas (Ed. Norma), Link trabaja con sus restos, sus despojos, los rastros que su desplazamiento nómade-crítico va dejando por los lugares donde pasa. Los tres últimos libros están compuestos por artículos publicados en diversos ámbitos (periodístico, académico, internet, clases) y reconstruyen, como si fuera una especie de vitral: una unidad heterogénea que en cada una de sus partes (o textos) reenvía hacia un todo en el cual se inscribe. De esta manera, la escritura crítica se multiplica a través de sus distintas inscripciones, recorre caminos y posiciones variadas, y se presenta, desde el vamos, como distinta a sí misma. Entre las citas, los deplazamientos y las diversas inscripciones de su discurso, Link se muestra casi inasible y desarma, por su insistencia, las categorías rígidas en las que suele caer la crítica literaria.
A lo mejor a falta de una idea rectora (como lo son la idea de "disidencia" en Clases y las de "tecnología" y "lectura" en Cómo se lee), Leyenda parece ser más un panorama que un proyecto teórico-literario. Sin embargo, como el plano de la crítica literaria es la matriz del libro y con las implicancias que conlleva, puede realizarse la misma lectura que Link recomendaba en Cómo se lee: una lectura paranoica en base a los indicios que brillan en cada corte, conformando una serie a la cual se vuelve necesario otorgarle un sentido. Prestando atención a estos indicios, Leyenda nos reenvía a las problemáticas y obsesiones (la lectura, la industria cultural, los géneros, la tecnología, la vanguardia, etc.) con las que Link viene trabajando hace tiempo, nos revela su posicionamiento frente a las mismas y produce la inquietud necesaria para que el lector intente responder a esas cuestiones o, por lo menos, para que le otorgue sentido a esas lecturas (una de lectura de lecturas).
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[Radar Libros]
Leyendas de pasión
Por Patricio Lennard
Daniel Link es crítico, profesor universitario, poeta, novelista, blogger y periodista cultural, pero no es un “especialista” en literatura argentina. Y la aclaración que hace al respecto en el prólogo de Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes no sólo viene a cuento de su labor al frente de la cátedra de Literatura del siglo XX de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires (una “especialidad” cuyo nombre, según dice, “alcanzaría para paralizar a una horda de karatecas enloquecidos”) sino también se ampara en el rechazo a la especialización como valor en la tarea crítica. Link procura ser (y vaya si lo logra) un “crítico a secas”. Y es con ese propósito que su trabajo desborda tanto los límites de la literatura (de lo que son prueba Cómo se lee y Clases, sus anteriores libros de ensayos) como aquellos que se empecinan en separar la crítica académica de la periodística. En tiempos en que la vetusta figura del intelectual vacila atolondradamente entre la opinología mediática y la cultura de expertos, y en que la crítica (“agónicamente” producida en la Argentina, al igual que la literatura) sigue perdiendo terreno frente a géneros como la biografía, el testimonio y la entrevista, Link demuestra que es posible trascender la dicotomía “discurso periodístico/discurso universitario” y repensar (aquí, ahora) a la crítica como una forma de intervención política.
En el segundo “corte” o capítulo de Leyenda –un libro que reúne ensayos sobre literatura argentina que, a excepción del que rastrea las inflexiones vernáculas del policial en la década del ‘40 y su relación con el peronismo, han aparecido en distintas publicaciones en los últimos años–, Link plantea que el objetivo de la crítica no debe ser tanto justificar un texto, un autor o un valor estético frente a la historia, sino hallar (construir, si es necesario) una justificación histórica para sí misma. Ejemplos de ello son Literatura argentina y realidad política (1964) de David Viñas, y Sexo y traición en Roberto Arlt (1965) de Oscar Masotta: dos textos fundacionales de la crítica moderna en la Argentina, que para Link se sostienen en su convicción de que “lo específico de la crítica es hablar del presente: actualizar, políticamente, la literatura”. Siguiendo esa tradición (y, a su vez, actualizándola), el compromiso de Link por interpelar el presente consiste en desbrozar (y denunciar) las connivencias y tensiones entre literatura y cultura industrial a fines (y a principios) de siglo. Su demoledor ensayo sobre El vuelo de la reina (2002), la novela de Tomás Eloy Martínez, o el que en el mismo tono le dedica a Las piadosas (1998) de Federico Andahazi, infieren del análisis de esos textos preguntas (y respuestas) sobre la relación entre literatura y mercado, señalando que tanto la “cosificación de la conciencia de los personajes” (en el primero) como el reciclaje del “arte por el arte” que la industria del entretenimiento viene realizando (y de lo que la obra de Andahazi es para Link un ejemplo) son signos del lugar que la literatura ocupa hoy en la cultura argentina. No extraña, de este modo, que las implicancias de vender una obra en el mercado (el “ser best seller” como anhelo y como estigma) sean el lente con el que Link lee (y cuestiona) la literatura de estos últimos tiempos.
Es en “Milenio”, entonces, el cuarto y último “corte” de su libro (que abarca el período 1995-2010), el lugar en que más se preocupa por alcanzar una dimensión política; al tiempo que los reportajes a Saer, Fogwill, Piglia, Silvia Molloy y Juan Filloy que allí se reúnen (y que el autor realizó cuando era editor de Radarlibros) ponen en escena su voluntad de hacer de la entrevista un campo de experimentación y una excusa para la lectura crítica.
Con Leyenda, Daniel Link no sólo confirma que es uno de los críticos más lúcidos de su generación, sino también uno de los que más ha hecho aquí por renovar el periodismo cultural en estos años. Tareas en las que él viene generando nuevas y estimulantes formas de compromiso.
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