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  El Sr. Ug...
Humberto Bas

194 páginas; 20x13 cm.
Entropía, 2015
ISBN: 978-987-1768-27-1
     
   
 
       
           
     
       
 

Tal como le ocurría a Gregor Samsa, el narrador de esta novela también despierta luego de un sueño inquieto a la pesadilla de su propia vigilia. Pero si el personaje de Kafka emergía transformado en un insecto, la conciencia creada por Humberto Bas muta en una criatura de otro linaje… Un insomne vertiginoso, atrapado en el devenir –a la vez metódico y aleatorio– de su propia e incesante voz. El Sr. Ug… es una novela cuya duración es un único minuto de una misma noche. Una novela en la que siempre faltan once minutos para las cuatro de la madrugada. Un instante en el cual el lenguaje se repliega y se ramifica para enhebrar historias sólo en apariencia inconexas. Gavrilo Princip confiesa en primera persona el estallido de la Gran Guerra. Unos piratas encuentran un mapa napoleónico y devienen ornitólogos. Un hombre tiene contactos alienígenas justo antes de suceder en el estrado al Che Guevara ante la Asamblea de las Naciones Unidas. Un ómnibus cargado de pasajeros atraviesa una ciudad que condensa muchas otras…

Todas estas esquirlas textuales conforman un mismo soliloquio que gira en torno a la figura apocada pero ominosa de un vecino: el señor Urdanpilleta, el Sr. Ug… Un personaje que sólo puede nacer de la prosa diestra y festiva de Bas, capaz de hallar siempre un matiz inédito, un color propio en el lenguaje.

Contratapa
     
           
Fragmento

Luces a través de las celosías. Aprovecho la quietud del Sr. Urdanpilleta para observarlo. Arqueado sobre la baranda. La luz sobre su rostro resalta detalles como en un retrato hiperrealista. Sobrecoge su silueta. Su rostro rastrillado por el filo de una navaja. Las fronteras de sus patillas no exceden la superficie asignada. Alineamiento perfecto con la punta de la nariz. Ya tiene edad como para que en sus fosas afloren vellitos. Nada. Podrían aparecer bigotes de cucarachas, pero vellos, vellos, como vellos, nada. ¿Quién habrá montado sus cejas como fardo de cerdas alisadas y tiesas? Nada de autoconfiguración. Xilografía. Se nota la presencia de un algo extraño, una mano, un aliento, una voluntad, o simplemente la casualidad extraviada. Cerda sobre cerda, una sobre otra en perfecto orden de longitud. Las más cortas encima de todas. De ahí, trepando por la tensa capa de la sien un delta triangular como si la estampa del Nilo se hubiera tatuado en su frente. ¡Por Anubis! El amplio estuario se va estrechando hacia el interior en el caminito de su pelo engominado. Exacta la cantidad de pelos correspondientes a uno y otro lado de la divisoria. La longitud simétrica de cada par de pelos. La estampa de su perfil es una invitación al dibujo. 
Es un impulso. Voy a la cocina. En el cajón de la mesa, un bloc. El bloc anotador y el nictógrafo de Dodgson.

03:49 
03:49

Nunca hice más que tontos garabatos. Tristeza o sonrisas curvando la línea de la boca. Smile. Ya no se trata de expresar sentimientos..., inventarlos. Me propongo dibujar a mi vecino. Dibujarlo y describirlo. Las hojas anilladas del bloc se abaten una sobre otra con la escritura marcada por la presión del grafito. Dibujo y escritura, escritura y dibujo. 
El Sr. Urdanpilleta es... el Sr. Urdanpilleta piensa que... Para el Sr. Urdanpilleta...

         
               

Autor

 

 

 

 

 

   
       
                     
     

Humberto Bas nació en Yaguaracamygta, Paraguay, en 1965. Reside en Neuquén, Argentina. Publicó la novela El Superpalo (El Fracaso, 2010), y dos volúmenes de relatos: La culeada y otros cruentos (Barcoborracho, 2008), y Varoncitos (Ediciones con doble Z, 2014).

   
                     

Reseñas

Bazar Americano
(Valeria Sager)

Solo tempestad
(Cristian Maier)

El Popular de Olavarría
(Rodrigo Fernández)

Entrevistas

Indie Hoy
(Augusto Munaro)

La Señal Medios
(Fernando Infante Lima)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 


 

[Bazar Americano]

Átate, demoníaco Caín, o me delata

por Valeria Sager

La primera página de la novela está marcada recurrentemente por un signo inventado que produce de algún modo una clase de connotación abierta y vasta. Se trata de una especie de potencia de numeración vacía, de indicación numérica ordinal, o de grados, situada sobre los dos puntos. Esto es así “:º”. Y repetido, es : º, :º,:º, etc. Una potencia cero de la enumeración, la explicación, la paráfrasis. Cero, porque no termina de ocurrir, se interrumpe, se deriva y muchas veces roza lo que parece infinito. Numerar esa posibilidad de las palabras con una potencia que no fuera cero, sería fijarla y detenerla. De ese detenimiento es de lo que El Sr. Ug… parece huir. En esa primera página, hay una vaquita y una anciana que sostiene lo que el narrador identifica como un bastón hasta que la anciana le aclara que se trata de un cayado y que no le sirve para caminar sino para denotar. Como apertura de lo que va a contarse, la frase es curiosa porque la novela, que es una especie de continuo de los pensamientos de un insomne, trabaja con el silencio, el corte y la interrupción de una manera extraña, de un modo que podría figurarse exactamente como un cayado que punza el piso al caminar o punza la hoja al dejar un trazo hecho de pequeños vacíos, pequeñas incisiones de blanco o de blancura. Un cayado que va inscribiendo lo que se calla. Y a la vez, lo que allí se ve es el momento en el que la connotación que está en el centro de la prosa de Humberto Bas, allí donde cada cosa y cada palabra parecen dispuestas a una remisión infinita, va convirtiéndose en denotación a medida que se construye. Porque todo lo que se dice, lo que se imagina y se encadena, una vez escrito adquiere un tipo de perfección que parece tan determinante, tan exacta que tiene como efecto la anulación del despliegue del paradigma.

Curiosa, curiosísima forma. El Sr. Ug… es una novela de la deriva, la enumeración, el ensanchamiento extenso de las relaciones paradigmáticas, de la asociación y el juego de palabras pero cuando el cuadro termina de componerse parece que todo lo que queda es único e irremplazable. Como los juegos de Alina Reyes en “Lejana” de Cortázar, los anagramas y palíndromos que entretenían a la protagonista de ese relato permitiéndole conciliar el sueño pero también acercarse a la otra, a la lejana, a la mendiga en Budapest; los del narrador de la novela de Bas, lo llevan a imaginar varias vidas de un vecino, el Sr. Urdanpilleta. Y es a fuerza de inventar esas vidas, que Urdanpilleta se convierte en alguien que de algún modo lo reemplaza. Va llenando el tiempo del insomnio mientras ocupa el lugar del que no duerme y éste se convierte en el otro:

“Única redención, enajenarse. No mirar hacia delante, sino a las cosas. Olvidar el reloj, olvidar la hora, olvidar las razones, los motivos, evitar acariciar el edema que perturba y volcarse a lo inmediato con estratagemas simples”. Estratagemas, no tan simples, complejísimos para el lenguaje igual que los de Alina Reyes:


Qué felices son, yo apago las luces y las manos, me desnudo a gritos de lo diurno y moviente, quiero dormir y soy una horrible campana resonando, una ola, la cadena que Rex arrastra toda la noche contra los ligustros. Now I lay me down to sleep… Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala, ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando. Con tres y tres alternadas, cábala, laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo. 

Estratagemas desplegados que no parecen tener fin en la imaginación del insomne y entonces asocia todo, hacia adelante, sin parar. Así, por ejemplo piensa los instantes de un viaje en colectivo del Sr. Urdanpilleta cuando, desde la cama, desde la imposibilidad del sueño, se ubica en el punto de vista del otro y escribe: “Soy su mirada”, entonces:


Aparecen híperes y shoppingues de todas las comuniones: Jumbo, walmart…Jumbo, Walmart y Coto, Jumbo, Walmart, Coto y Easy. E. Easy. ¿E o y Easy? Jumbo, Walmart, Coto, Easy y Unicenter. Unicenter y Ykua-Bolaños (cof…cof). ¿Y o u? Ykua Bolaños (396), King Fong, Mina India, Santo Domingo. La Paloma. Mona Lisa, La Riojana, Casa Martel, LaiLai Center, Vandôme, International, Whu, Hijazi, Shopping Barcelona, Del Este, Duty Free, West Garden, La Anónima (ahhh, alarido de la peonada fusilada en la Patagonia trágica), Carrefour, Dot, Abasto, Alto Palermo, Pacífico, Alcorta, Bullrich, Montevideo Center, Las Palmas, Macy´s, Bloomingsdale´s, Corte Inglés. 

Y sigue así, a lo largo de unas páginas más. Lo que ocurre es que el narrador no tiene otra interioridad ni otras circunstancias que las que se exhiben al inventar y creer las actividades e ilusiones de otros: su vecino, los personajes de los libros que lee, un bollito de papel arrojado al mar o el Che Guevara ante la Asamblea de las Naciones Unidas. 

En la contratapa dice: “El Sr. Ug… es una novela cuya duración es un único minuto de una misma noche”, pero aquí también hay una trampa de despliegue y fijación, o como en el par sintagma / paradigma, de selección y asociación. Ese minuto, el del presente de la narración en la que siempre son la 03:49 escande, al titilar en el reloj, el avance del relato insomne con fragmentos de lo que lee, piensa o imagina el narrador mientras no puede dormir. Esas historias, sin embargo, se desarrollan, se arman, se completan anulando la categoría de tiempo mientras, paradójicamente, avanzan. Porque los cuentos que se ramifican y se extienden se construyen durante la fijación del 03:49. “La manecilla que va, va y vuelve y se clava; 03:49, 03:49” pero en esos segundos, se cuentan vidas casi enteras y no es solo el relato el que pese a la imposibilidad de la afirmación, se extiende en un tiempo que no existe o se deshace. No es solo el relato, la voz del narrador que se prolonga y cuenta sino las vidas de los que son contados. Allí también, las variantes paradigmáticas parecen darse todas juntas sin anularse una a otra, sin selección alguna.

Novela que parece buscar intensamente el despliegue de un puro significante y sin embargo, cuenta historias, casi como si fuera a su pesar: “[…] los grafos son significantes y las anécdotas, los significados”:


[…] [E]n la fusión de ambos se confabulan las armonías y desavenencias de los acontecimientos narrados. Si supiera esto [el Sr. Urdanpilleta] acomodaría sus pensamientos para pensar lo mismo; que las pobres letras, o los pobres significantes, están a la espera de que unos ojos se les posen encima. ¿No se cansan los significantes?, se preguntará. ¿No se cansan de esperar y esperar para significar?

¡¿Vocación e servidumbre, la de los pobres grafos?!

¿Él no será uno de esos? ¿Un pobre tipo in-significante?

Es que la vida del Sr. Urdanpilleta, el vecino del narrador, es una multiplicidad de vidas. Todas imaginadas, todas, igual de probables, igual de verosímiles, casi igual de mediocres o grises. Todas configuradas como escenas de una vida cualquiera absolutamente olvidable y, sin embargo, materia del hilar difuso del insomnio y el aburrimiento de quien las piensa, las cree y las convierte en ciertas; tan propensas a la asociación y a la deriva como puede serlo un hombre vacío que no es más que una figura capaz de ser llenada de cualquier modo, capaz de significar lo que quiera quien lo observa, quien lo adivina, lo inventa. Una multiplicidad de vidas tan ciertas como puede ser algo hecho de palabras. Así, El Sr. Ug… podría definirse como la novela de la multiplicidad de las evidencias que se despliegan como si conformaran un mundo que se exhibe como si fuera a la vez todos los posibles y el único verdaderamente cierto.

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[Solo tempestad]

Todos son valientes cuando pueden dormir

por Cristian Maier

Despertar en la madrugada, desorientado, con la amargura de una pesadilla todavía en las cobijas y abandonar toda esperanza de volver a dormir. Escuchar la propia voz en una cantinela incesante que une historias al tiempo que las deforma y, en cierto modo, las inventa; que elucubra, sin decirlo, la posibilidad de que todo sea una invención.

La manifestación de lo real es implacable: son las 03:49, siempre. Entonces aparece el crac de la dislocación entre el tiempo real y el subjetivo, el infierno menor del desvelo. Fragmentos de un minuto como una eternidad y cada instante de esos trozos como infinitos de diferente magnitud, unos más grandes que otros: irregulares. Esta idea que parece una locura no es mía, es de Georg Cantor, héroe de las ciencias formales.

Entre la voz y la falta de sueño, el vecino Urdanpilleta. Una carambola en las circunvoluciones del cerebro. Amado y odiado Urdanpilleta. Cosificado, defragmentado, reificado, idealizado y ultrajado Urdanpilleta. Repudiado en su exacerbada y pulcra bonhomía. Maldito Urdanpilleta.

De todo esto trata a grandes rasgos “El sr. Ug…”, la novela de Humberto Bas (Entropía, 2015). Y deja una definición para enmarcar: “La fortaleza del insomnio está en que lo provoquen. Sujétame, aplácame… Pandorita desatada por la travesura de un intríngulis. ¡O Varios! Y uno va hacia él con los artilugios de una guerra estúpida; té de valeriana, ábacos con ovejitas, leche tibia, ducha fría, ducha caliente, relajación, meditación o paja, paja y paja en los ojos ajenos, sin saber que justamente eso lo engorda. (…) No hay regreso. El día empezó como continuidad del anterior y sin esperanzas de que algo sea diferente. No más chorizos temporales, querido Heráclito”. Una joya.

La prosa de Bas es divertida. “Festiva”, dice la contratapa. “Diestra”. Es, en definitiva, lo que mueve una historia difícil de llevar: la habilidad para hacer que los párrafos se conviertan en algo sorprendente. Las preguntas son obvias: ¿puede lo sorprendente mantenerse a lo largo de las páginas? ¿Si lo sorprendente se transforma en regularidad, puede definirse como tal? ¿Cómo juega, en ese caso, el acostumbramiento del lector al estilo? Con respecto a lo primero, el intento está y se agradece. Para lo segundo y lo tercero, no hay una respuesta unívoca.

Una novela que transcurre en un único minuto es una propuesta arriesgada. Un ejercicio temerario. Es, en principio, una patada a los dientes del concepto clásico de la novela, eso del principio-nudo-desenlace, desde el “había una vez” hasta el “colorín colorado”.

Esta experimentación con la estructura narrativa, que de ningún modo es radical, da como resultado una trama laxa en donde funcionan los fuegos artificiales de la escritura: los relatos desopilantes bien logrados y el efecto de continuidad, que da la sensación de correr siempre hacia adelante, un adelante que tropieza con las 03:49, a toda velocidad.

Los personajes difusos acentúan el cantar frenético de la voz insomne. Y especulamos que si la protagonista es esta última, aquellos personajes con poca profundidad sirven, más que nada, para demarcarla como centro, para demostrar la plasticidad enfática e imaginativa de su lenguaje. Quizás esto suena un tanto retorcido, pero no estamos ante una novela convencional.

¿Es una novela de vanguardia? No. ¿Es una novela convencional? No. ¿Qué es? La etiqueta es riesgosa y algo injusta. Pero diremos, porque hay que asumir el riesgo, que está en el medio: ni tan rupturista ni tan complaciente. La mezcla es armoniosa y muy divertida.

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[El Popular de Olavarría]

Las múltiples vidas de mi vecino

por Rodrigo Fernández

Él se despierta cada madrugada a la misma hora. Son las 3.49 en el reloj que está sobre su mesa de luz y la noche se empieza replegar hacia la mañana. Pero él no puede recuperar el sueño y su cabeza es un maremágnum de pensamientos, hechos sin sentido que dan vueltas y vueltas a su alrededor. Desde su cama hasta los demás ambientes de su casa. De allí a cada departamento del edificio que habita, sale hacia la calle, luego al barrio y de ahí al mundo. El universo cabe en un minuto de sus meditaciones. Pero todas sus elucubraciones parecen tener sentido cuando llega a su mente la figura del Sr. Urdanpilleta, el hombre que vive en el departamento contiguo al suyo.

"Cada familia es un mundo", asegura el dicho popular. Y cada hombre es, en sí mismo, todos los hombres del mundo. El Sr. Urdanpilleta es la promesa del olvido, centrarse en la vida del otro para olvidar la propia. Imaginar las múltiples vidas del vecino, de héroe a malvado, de valiente a cobarde, para recuperar el sueño o sobrevivir a una noche más de insomnio.

El Sr. Urdanpilleta, el hombre que ve a través del vidrio de la ventana, se levanta, desayuna y se prepara para salir hacia su trabajo. Mientras él lucha con una costumbre que se le está haciendo obsesiva. El monólogo comienza a las 3.49 y cada día que pasa sufre un nuevo agregado, un detalle más en el Gran Relato del vecino que lo puede ubicar o conectar con la historia del mundo. O disparar las divagaciones sobre su personalidad, su trabajo o la forma en que espera el colectivo junto a los demás madrugadores.

Con "El Sr. Ug..." -publicado por Editorial Entropía-, Humberto Bas ha construido una novela apasionante, basada sólo en el monólogo interno de su narrador. Eso le basta para desarrollar una trama que por momentos se vuelve delirante, mientras que en otros el ritmo decrece, pero sin perder el clima. La escritura de Bas se destaca por no apegarse a las normas. Con esto, lo que quiero decir es que es evidente que el autor no se deja limitar por los géneros; es imposible ubicar la novela en una estamento en particular, ya que su literatura está hecha de deseo, proponiéndole al lector un espacio no para la distracción, sino muy por el contrario para la implicación. Hay que sumarse al relato y asumir que el insomnio también puede ser un período para la creación...

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[Indie Hoy]

"Vivo meditando sobre la estructura de las novelas"

por Augusto Munaro

En 1983, en una carta a la escritora Liliana Heer, en torno a su primera novela,Bloyd, César Aira le confesó refiriéndose al estilo con que ella había escrito aquella mítica nouvelle gótica: “A veces pienso que toda la literatura actual es una serie de variaciones sobre (y disgregaciones de) los temas que inventó la literatura del siglo pasado”. Como casi todo lo que normalmente dice el autor de Ema, la cautiva, la historia parece haberle dado la razón. Los temas ya no abundan, sino las formas de narrar una historia. Por eso El Sr. Ug… (Entropía), de Humberto Bas, es antes que nada un reto estilístico. Su técnica narrativa es brillante. Se ajusta al fluir de la conciencia del protagonista-narrador, cuyos recuerdos e imaginaciones, se van relatando en círculos o espirales concéntricos; zarandeándonos entre piratas, a la busca de un mapa napoleónico, con el Che Guevara ante la Asamblea de las Naciones Unidas, pasando por el asesinato de Francisco Fernando de Austria y el fantasma ominoso del caníbal y asesino en serie estadounidense Albert Fish; todo ello, como producto de una noche en vela.

Bas indaga la esencia oculta de las historias -su realidad contradictoria- aludiendo a una vocación filosófica que trasciende toda convención literaria. Como resultado, El Sr. Ug…, da lugar a una prosa con tintes líricos, como si se tratara de una novela escrita en versos blancos. Plagada de comas (que, dicho sea de paso, no señalan el descanso calculado del discurso sino –insisto- las vacilaciones propias de la conciencia), por momentos pareciera estar más allá de la soledad y de los trastornos psicológicos. Una suerte de novela tornado, que recoge a su paso lo que encuentra: niñas desnudas, en cuatro patas; mamushkas paralelepípedas con orificios de ventilación; garzas en un mar de mármol; el gritito de una rata; una réplica en miniatura de la Capilla Sixtina; Clorinda, la devoradora de hombres, y su extraño hijo Alipío; un osito de trapo con orejas alargadas, y desde luego, el mismísimo y, mil veces evasivo, Sr. Ug.

A.M: Humberto, El Sr. Ug… es una novela que, desde su inicio, rechaza cualquier intento de estilo consabido. Se erige en busca de un lenguaje propio. ¿Cuáles fueron sus preocupaciones formales a la hora de escribir una novela como esta?
H.B: Me cuesta pensar en que tengo preocupaciones mientras escribo. Creo que solo puedo suponer lo que sucede conmigo y en mis alrededores mientras lo hago. Es decir, supongo que mientras escribía El Sr Ug… no tenía otra preocupación que la de escribir El Sr Ug… Eso no quita que haya plasmado en la novela preocupaciones formales. Pero si están es porque esas preocupaciones son parte de mi vida como lector, como ser que vive de determinada manera los acontecimientos del mundo, fundamentalmente los estéticos. No solo preocupaciones formales sino políticas, morales, filosóficas, etc. Sin embargo, creo que las “preocupaciones” que ingresan en la novela son las que lograron metabolizarse en una visión del mundo; es decir, convertidas en material estético. Para mí existe una dicotomía esencial entre el estar escribiendo y el ser consciente del acto de escribir. O se está en un lado o en el otro, pero estar en la frontera es como no estar en ningún lado. Eso en líneas generales. Más específicamente, en El Sr. Ug… están presentes las preocupaciones formales, porque como lector vivo meditando sobre la estructura de las novelas. Fundamentalmente, las estructuras que permiten los diferentes discursos narrativos en una misma novela. Por decir de alguna manera, mi preocupación estuvo y está en el Tono y en el Tema. Y hablo de Tono y Tema sin ningún rigor académico, solo porque me sirven para orientarme en este asunto. Tono y Tema forman para mí un todo simbiótico que se cualifica en un estado, un estado en el que se vuelven a reconciliar estos dos aspectos, para mí esenciales de lo que llamo, el acto de prosar. Francamente no creo que El Sr Ug… tenga formalmente algo nuevo u original; tal vez recupera formas en desuso o de alguna tradición postergada dentro de la narrativa estandarizada de nuestros días. Solo en este contexto puede resultar “que rechaza cualquier intento de estilo consabido”. A lo mejor sí, tiene originalidad y rechaza estilos, pero por estar tan metido en el meollo de la producción, no puedo tener esa perspectivita necesaria que corresponde más a lo histórico, y resulta, por ende, prematuro juzgar. Creo que es un error pensar que el autor tiene todo controlado. El arte en general, y la escritura en particular, tiene ese lugar de fuga que escapa a todos los controles, y que posibilita las múltiples sino infinitas lecturas. Hay un excedente incontrolable a las intenciones y la voluntad autoral, y eso es lo que posibilita decir más de lo que se quiere e imposibilita saber a priori su ubicación, alcance y su valor social.


-¿En qué intentó focalizarse?
-Creo que puse toda la tensión en aprehender esa fugitiva imagen del Sr Urdanpilleta y en captar y componer la voz esquizoide del narrador insomne, en seguir el curso desenfrenado y liberador de su hablar que a la vez permitía transitar por situaciones diferentes e inverosímiles, solo creíble en la voz de un desquiciado. A eso me refería anteriormente por una estructura que posibilitara diferentes discursos. Resultado de eso sean quizá, los aspectos formales que rescatas de la novela.

-¿Tuvo un programa de escritura para la realización de este texto?
-No hubo ningún programa, plan, proyecto… Si parece que sí es porque en la escritura hay años, décadas de exploración y juego, de intentos en los que se producen más fallidos que otras cosas. Hubo reflexión sobre la marcha, planteos y replanteos, correcciones, idas, vueltas; un crecimiento inductivo, de lo particular hacia lo general, es decir, una especie de explosión interna que fue configurando la estructura de la novela, como si la novela fuera demandando la dimensión estructural que necesitaba habitar. Con esto no pretendo abonar por una escritura automática, menos aún espontaneista. Es más, admiro la capacidad de escritores/as metódicos y meticulosos que planifican y de alguna manera llevan a cabo la puesta en acto de una idea, noción o imagen. Sucede simplemente que a mí esas actitudes siempre me traicionan, y termino escribiendo al servicio de esas ideas y/o nociones y poniendo como subsidiarios a los demás elementos de lo escrito, lo que me francamente me repugna.

-¿Lo existencial vertebra la novela?
-Al menos en su acepción Sartriana, puede ser, no lo he pensado en esos términos, pero creo que en El Sr Ug… se juega una especie de puro presente, sin metafísica, sin una presuposición de existencia anterior de alguna esencia que sustente el relato. En ese sentido me resultó muy interesante la lectura de Carina Rita Medina, para quien El Sr Ug… es pura frontera, exterioridad, donde los personajes o carecen de interioridad o no se definen por sí mismo. Si tomamos eso en el sentido de no tener esencia o sustancia, podríamos decir que es existencial-ista.

-Podríamos hablar de cierta trama, y subtramas, que se van construyendo a medida que progresa la historia, esquirlas textuales que conforman un mismo soliloquio. ¿Qué valía tiene para Ud. hoy, en un sistema literario, la trama?
-No sé hasta qué punto en El Sr Ug… se puede hablar de una trama o de sub tramas. Se supone que las subtramas tienen alguna subordinación, causal o lógica, respecto a la trama principal. Tengo la impresión de que acá todas conviven en igualdad de condiciones, como si no hubiera una jerarquía que las ordenen sino una coexistencia horizontal. Eso no quita que alguien rescate alguna trama en particular por sobre otra. Pero esa prelación ya pertenece al orden subjetivo de quien lee. Es posible que esto sea posible (valga la vulgata) porque lo que vertebra a las tramas no es un hecho o una tensión conflictiva, sino una voz o un Tono. Una voz esquizoide, desenfrenada que une o hila los acontecimientos en su febril verborrea. Pero esta explicación misma adolece de un problema que es el de separar la trama de la voz que la convoca. Para mí no existe separación. No hay una trama neta, por un lado, y una voz vacía, por el otro, y que a la manera de los shopping de voces, uno/a va con su trama a ver qué o cuál de todas ellas la viste mejor. Esto nos lleva al asunto del valor de la trama en el sistema literario. Mi impresión es que está sobrevalorada por la misma razón expresada. Se la piensa separada, se la aísla como si en ella se buscara una lectura moral o política. La primacía de un mensaje que por otro lado ya no es mensaje, pues, por lo general es el reencuentro con lo que ya se sabe. Me da la impresión que en ese sentido hay una necesidad contemporánea de refocilarse con la mismidad, y como contrapartida, la renuncia a una alteridad desconocida o aventurada. Con la trama diseccionada la literatura para mí se vuelve sucedánea del periodismo, de la religión, de la educación; una alternativa para informar, predicar, enseñar, etc. Y la literatura puede ser todo eso, pero no eso. Si es posible pensar en una trama aislada de una voz, como existiendo por su cuenta fuera de todo lenguaje, es porque ella, la trama está expresada en el lenguaje de la época, aquel lenguaje que por formar parte de la voz estandarizada, pasa como inexistente. Esa voz es el estilo, el tono o la voz epocal; una voz que se nos aparece como transparente, como si su existencia solo fuera facilitar sin perturbar el acceso a la trama. De ahí es que por lo general resultan perturbadores y molestos los planteos estéticos que ponen en acto el hecho de que la trama está concebida en un lenguaje, que es lenguaje.

-¿Cómo nació el personaje de Urdanpilleta?
-Respecto al nombre del es una larga y entretenida anécdota, y si me tomo el espacio es simplemente por el placer de rememorarlo y no porque interese mucho a los fines literarios. En el 91 volví con la intención de vivir en Asunción (vivía y vivo en Neuquén), y por algunas relaciones logré que me dejaran probar como periodista en un, lógicamente, periódico. Como no tenía la más mínima experiencia, mi jefe me propuso que intentara hacerle una entrevista a un poeta. Mi sorpresa fue saber que el poeta aún vivía, ya que sus poemas formaron parte de mis lecturas escolares; los típicos poemas institucionales. En efecto estaba vivo, y lo encontré. Al abordarlo aceptó la propuesta de la entrevista y me citó en un mítico bar under de Asunción. En ese antro se encontraba con sus seguidores todos los miércoles. En la entrevista me franqueé respecto a mi situación de inexperiencia periodística, mi precaria situación económica, etc… y el poeta no solo me ayudó a redactar la entrevista, sino que pagó todas las cervezas que consumí durante los miércoles que asistí a esas veladas. En fin, dada su edad, terminé siendo una especie de lazarillo suyo. Le resultaba difícil el traslado, subir las escaleras, realizar las compras y llevar los textos de su columna periódica a la redacción del diario. Mi presencia le resolvió esos inconvenientes y nos adoptamos por un tiempo, tiempo en el que me contó un montón de secretos e intimidades. De todos ellos solo contaré que me confesó el secreto de su segundo apellido al que lo mantenía solo por divertimento. Éste era Urdapilleta. Y desde entonces me rondó por la cabeza el nombre, El Sr Urdapilleta. Nombre de personaje sin características aún. La n se lo agregué después para extraer un poco la obviedad. En cuanto a las características del Sr Urdanpilleta, o el Sr Ug… como lo nombra Charles de Gaulle en la novela; no tiene una inspiración concreta, antes bien es un compendio de rasgos, que posibilita que cualquiera pueda identificarse con algunos de sus aspectos y parafrasear a Flaubert diciendo; El Sr. Ug.. c’est moi.

–El Sr. Ug… es una novela cuya duración es un único minuto de una misma noche. ¿Por qué siempre faltan once minutos para las cuatro de la mañana?
-Hay quienes ven en las 03.49 una cifra esotérica, asociada a la numerología o a lo angelical. Otras/os encuentran en ese instante clavado que se repiquetea a lo largo de la novela, una función musical, más exactamente como la base rítmica; como si ese tiempo ficcional marcara el tempo, a guisa de un metrónomo que va recordando cada tanto cual es el asunto de la novela. Todo eso puede ser… Pero lo hermoso para mí es que las 03.49 se va instalando como una cifra reconocible o código de lectura. Basta con citarla para saber de qué se trata. Una lectora me dijo, que despertó de madruga da y que ya no pudo dormir y la mirar el reloj encontró que eran las 03.49, y no lo pudo creer. Sea cierto o no, esa ficción numérica va creando otra ficción en la vida de quienes la leen. Alguien más entusiasta deslizó que a partir de El Sr. Ug… las 03.49 será la hora universal del insomnio.

-Haciendo un verdadero alarde de virtuosismo técnico, la historia nos permite leer de corrido los azares y las mutaciones de su protagonista a través de los límites del lenguaje, el replanteamiento radical de las estructuras narrativas y, sobre todo, las cargas de profundidad contra las creencias y los dogmas heredados. ¿Cree en la sinceridad como cualidad literaria?
-Creería o no en la sinceridad si supiera qué es la sinceridad, a secas, y qué es la sinceridad literaria. No creo que en una sustancia sinceridad, algo plena y repleta de sí misma. Desde que se inventó el inconsciente (que es una hipótesis de trabajo para dar trabajo a los psicoanalistas) ya no se puede hablar de sinceridad sin ruborizarse un poco. Entonces, antes de hablar de la sinceridad, habría que acordar sus escuetos alcances, fundamentalmente para que no suceda lo que ocurre con la falta de sinceridad; el engaño. Es una pregunta muy interesante para reflexionar. ¿Dónde estaría instalada esa sinceridad?; ¿Acaso como tema o tópico a desarrollar, o como virtud a encarnar por los/as personajes?, ¿o en el autor/a respecto a sus propósitos al escribir? De cualquiera de estos aspectos se escapa la sinceridad. Y como la pregunta me la hacés en mi calidad de autor, puedo decir que sé que puedo mentir, mentirme incluso, al decir que soy sincero al escribir; al decir que con mi escritura solo busco la verdad, la belleza o devolver a la novela una autenticidad perdida en el reino de la mercancía. Podría mentirme porque, como decía, desde que se inventó el inconsciente todo lo que diga de mis propósitos pueden no ser tales. Puede ser que el El Sr Ug… tenga el perfil de novela que irrumpe en el templo para expulsar a los mercaderes. Pero eso no es por búsqueda de autenticidad ni de sinceridad. Es simplemente efecto colateral del hecho de escribir al margen de los destellos. Eso te da una libertad para hacer cualquier cosa en la certeza de que nadie espera nada. En el fondo, es la puesta en acto de algo que en el que creo profundamente: que la literatura es el único territorio de impunidad. Por supuesto, es una expresión de deseo. No pretendo caer en la ingenuidad de creer que la práctica del arte en general y de la literatura en particular no traiga consecuencias. La historia está plagada de casos de artistas mártires. Pero digo y me afirmo en que debería ser el territorio de todo lo posible y lo imposible, y en esa tesitura me mueve. Por otro lado, tu planteo sobre la destrucción de creencias y dogmas. Considero que toda destrucción de dogmas y/o creencias genera nuevas creencias y dogmas, simplemente porque de lo contraria estaríamos fundando e inventando todo a cada rato y esa posibilidad me parece imposible. La rutina es necesario, transitar los mismos senderos también. El cambio como condena eterna no es más que un invento del capitalismo, como necesidad de desarrollo permanente de las fuerzas productivas. Y siguiendo con esa metáfora de senderos y rutinas, la escritura se da sobre la base de un lenguaje estatuido y al mismo tiempo que estatuyente; y en el caso de la novela, eso se ve en el contrato de lectura. Ahí aparece la lectora, el lector. En la mayoría de los casos, la mercantilización de este asunto no deja ver el carácter contractual de la lectura, pues, es un contrato de adhesión, como el de los alquileres; como lector acepto, sin posibilidades de incidir en sus rubros. Pero hay otras escrituras, entre las que pretendo incluir mi Sr Ug… donde es posible que la lectora o el lector incidan con sus criterios en la construcción de la lectura.., un contrato abierto, negociable…no?, que por lo mismo implica una actitud diferente en el proceso de lectura, protagonismo no eventual ni disperso…, nada de lectoras/as creativamente perezosos. Pero nada de eso es nuevo… simplemente forma parte de una tradición marginal o marginada.

-Me gustaría que defina la importancia que tiene la improvisación cuando escribe y en especial al escribir este libro.
-En cierto sentido casi todo es improvisado en mi experiencia escritural. Además de a mis padres, dedicar la novela a Wittgesttein es, en clave de humor, una confesión de esa actitud.

-¿Cómo es eso?
-Quiero decir, las ideas, los tonos, la trama surgen solo cuando estoy en estado de… o situación de escritura. No hay un plan previo, meditado, borroneado o planificado en capítulos, con investigación de personajes, etc. A veces aparecen pequeñas luminiscencias más allá del charco, y la tentación de llegar hasta ellas… La escritura entonces ir a los saltos, sorteando sobre la marcha los pequeños obstáculos y haciendo pie en los puntos en los que se presiente que no se va a hundir. No quiere decir que no investigo: de hecho sí, pero sólo cuando surge la necesidad, cuando las situaciones y los personajes que surgen me lo demandan. Y desde esa demanda se van configurando sobre la marcha los capítulos, la estructura general, que puede modificarse si acontece algo imprevisto, como la ocurrencia de personajes y situaciones nuevas, que ameritan el replanteo, y hasta la reescritura total de lo ya hecho.

-La repetición es uno de los recursos constantes. Se vuelve literal, cuando el narrador habla delirando. Allí la respiración del texto se vuelve obsesiva, casi patológica.
-Si, tal cual… la repetición tiene múltiples funciones, además de lo ya señalado, se puede agregar a lo que mencionás una función incidental, que crea un clima de delirio y estridencia obsesiva… una especie de come-seso.

-Lo lúdico tiene una presencia innegable en su libro. ¿Está bien que el lector, por momentos, se ría de las peripecias narradas?, ¿por qué, Humberto?
-Jajaja…si, es un deber que se ría… Es más, en cuánto a mí, todo es lúdico en la novela, ella misma es un juego… una risa larga y socarrona…, la viví así, la vivo así… El por qué, escapa a mi posibilidad de explicación. No lo sé. Quizá porque después de todo no me tomo muy en serio a la literatura, en cuanto a su trascendencia o importancia, o simplemente sea porque me aturde toda clase de solemnidad. Pero donde cabe la posibilidad de proponer una risa, no hay nada que me impida hacerlo.

-El texto cuenta, además con muchos guiños literarios.
-Si, muchos guiños literarios, históricos, generacionales… Pero esos guiños, literalmente son guiños; no son condiciones de lectura. Un plus que podría disfrutarse si se logra decodificar. Pistas o regalos de pertenencias. Podría decirse que mensajes encriptados, pero lo críptico acá no opera como una dificultad de lectura… Si no se entiende pasa desapercibido… se sigue. Creo que a su manera es un desafío a los modos de lecturas más rígidos, aquellas lecturas en las que se pretende entender todo, controlar todo que si no, no se puede avanzar… La novela no transcurre solo por la inteligibilidad de las acciones, también hay un discurrir prosódico, musical, supongo.

-¿La técnica hace al estilo?, ¿cuál es la relación que se da entre técnica y escritura?
-Se me hace que hay una relación dialéctica. Estoy hablando de una dialéctica pedestre, no hegeliana y todas esas cuestiones que no entiendo. La posibilidad de un estilo o de una voz propia se potencia cuando se desarrollan técnicas que posibiliten la concreción de dicho estilo. Por otro lado, la voz que puja por hacerse sentir, notar, plasmar, en su protoexistencia, pide a gritos formas nuevas, técnicas que la permita ser… A veces uno juega, ensaya, explora busca, ejercita maneras, y un día toda esa mecánica facilita la fluidez de esa necesidad expresiva que por alguna razón elije ese momentos para exteriorizarse.

-¿Suele preguntarse sobre el valor de lo que escribe mientras lo hace?
-No, no suelo preguntarme. Suelo fantasear sí, fundamentalmente cuando publican los montos del premio nobel o de los otros premios menores. Pero de la misma forma que fantaseo ganándome esos montones, también fantaseo con escupirles en la cara a esos que se erigen en gerentes normatizadores del mundo estético. Pero todas esas fantasías se me van cuando conquistamos un aumento de sueldo y sigo creyendo que lo que escribo es lo más importante, aunque no se para qué.

-Piensa que la literatura ¿debe mostrar, o demostrar la realidad?
-Pienso que la literatura no tiene deber, que toda su preocupación tendría que ser la de ser indefinible, escurridiza, tal como es ahora. Cualquier deber ser la inutiliza, en el sentido en que la ancla en una existencia sesgada y lateral. Que muestre y demuestre es una de las tantas posibilidades que tiene de hacer, pero en todo caso, si algo es para mí la literatura, es la de ser el último y único recurso en materia verbal, oral o escrita.

-Como lector de novelas, ¿aboga por los libros que prescinden del desarrollo cronológico, la coherencia de los personajes o de las acciones?, ¿por qué?
-No, no abogo. Que ahora elija algunas formas no implica que repudie otras formas que participaron de mi formación y disfrute y que puedan volver a serlo. No pretendo con esto tener una actitud prescindente respecto a los debates estéticos, o una actitud ambiguamente democratizante. Ni lo cronológico del desarrollo, ni la coherencia de los personajes hacen a la cuestión; quizá la cosa pase por la manera de sustraerse (aunque imposible de eliminarlo por esta vía) a ese condicionamiento del mercado en la escritura… a escamotear al arte en general de las exigencias del mercado…y que detrás de la producción artística siga estando en mayor medida la autoproducción de la subjetividad humana.

-¿Qué autores y libros tienen gravitación sobre su obra?
-Me resulta imposible medir estas incidencias, porque los libros y/o autores/as que leo ahora pueden parecerme más interesantes y sugestivos que los anteriores. Pero como ya expresé antes, la metabolización de las propuestas es un proceso extraño, no mecánico, y probablemente muchas influencias que uno no quisiera reconocer en la actualidad, estén operando en tu escritura. No creo que, por ejemplo, Thomas Pynchon tenga alguna influencia sobre mi escritura, pero si sobre mi actitud al escribir; del mismo modo que él, Pynchon, al leer a Kerouac sintió que no le enseñó nada nuevo, sino que le mostró que todo eso que él quería hacer y no se atrevía se podía. Las influencias como liberación, como invocación al atrevimiento, esas son las que rescato. Lo que me han dado y me están dando esas lecturas son una especie de filiación; un reconocimiento de por dónde transita el deseo propio de la voz, del estilo, de la actitud frente al hecho literario. Y creo que abrevo o pretendo abrevar en la tradición de Aristófanes, de Rabelais, Sterne, Arno Schmidt, Parra, Zelarayan, Lamborghini, Gombrowicz, Pynchon, etc.. Por otro lado, no puedo estimar en qué medida mi padre, Don Salu, que no tiene más que segundo grado de la escuela primeria, me influenció con su actitud deconstructiva respecto al lenguaje, su manera lúdica y lúcida de nombrar diferente a todo lo nombrable; o mi madre, doña Kika, con su mirada fatalista y toda la carga religiosa, en la necesidad de buscar siempre al razón última de todo acontecimiento. Pero en la contemporaneidad de la escritura del Sr Ug… creo que gravitó más los cuartetos de cuerda de Schöenberg y la poesía de Alejandra Kurchan y de Lito Pessolani.

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[La Señal Medios]

"En apenas un minuto"

por Fernando Infante Lima

El escritor, paraguayo de nacimiento y neuquino por opción, Humberto Bas, recibió a La Señal Medios para hablar de su última novela “El Sr Ug…”, del panorama narrativo actual y sobre el atribulado clima político que persiste ene Neuquén.

“El Señor Ug…”, transcurre en apenas un minuto, es un relato en el que siempre faltan once minutos para las cuatro de la madrugada. Ese minuto es un instante eterno, en el hay espacio para sumergirse en una cadena interminables de pensamientos y reflexiones. Se detiene a evocar hechos de marco histórico y a imaginar situaciones delirantes que aportan una dinámica especial en la que todo es posible. Esa sucesión sin fin, se ve alterada por la sombría presencia de su vecino, el enigmático Sr Ug, al cual nunca ha podido ver y sobre el cual deposita las más graves sospechas.

FIL: Vivir en un minuto eterno ¿Es un sueño o una pesadilla?

HB: Se puede pensar como una transición, es como se logra convertir una pesadilla en un sueño. El narrador, al despertarse, sabiendo que son las 03:49 hs y teniendo la certeza de que nada de lo que haga le va a permitir volver a dormir, transforma ese sueño en una pesadilla terrible. El ser consciente de eso, hace que busque una estrategia, la estrategia empleada no le permite volver al sueño pero lo lleva a una clase especial de sueño que es el relato, a través del cual lograr enhebrar los distintos pasajes, los episodios que narra con una voz enajenada, una voz esquizoide que le permite enarbolar las distintas escenas de la novela. Sino fuera por esa voz, la novela no tendría ningún sentido. Un discurso en la O.N.U., el Sr Ug viajando en colectivo, el misterio que ocurre en la oficina de correo donde presuntamente trabajaría, el asesinato del príncipe Francisco Fernando en Sarajevo, todo es batifondo de escenas aparentemente inconexas confluyen en la voz de este personaje insomne.

FIL: Cuando uno está solo, es natural que se salte de un pensamiento a otro sin que haya una ilación que le de sustento. Sin embargo, es sorprendente en su trabajo el despliegue de situaciones y temáticas aun cuando el marco fantástico le de libertad para un desarrollo de estas características. ¿Cómo se dio ese desborde?

HB: En la composición, las formas que iban saltando, apareciendo, creo que responden a una demanda interna que necesitaba la novela. Mi intención fue la de no obturar ninguna de esas posibilidades. Los temas iban apareciendo y el relato se iba abriendo. La sugerencia de una escena siguiente por ahí era una palabra, algún hecho fortuito que surgía cuando estaba investigando. Empezó como un cuento breve, pero me daba la sensación de que podía continuar, iba explorando las posibilidades que se me abrían con pequeñas sugerencias en torno a la palabra. Un ejemplo, cuando el narrador se preguntaba ¿Quién es el Sr Ug? El se imagina todo lo peculiar que es este vecino, meticuloso, aséptico, ordenado hasta el infinito y la suma de todos estos elementos lo lleva a sospechar que está escondiendo algo. Se pregunta: ¿Qué está escondiendo? El piensa que puede ser un asesino serial y se pone a pensar quienes son los grandes asesinos seriales. Hay un asesino serial húngaro que mantenía a sus víctimas en tambores de alcohol y cuando piensa en el derrotero de este hombre se entera que fue enrolado en el ejército austro-húngaro para combatir en la primera guerra mundial y eso me sugirió explorar es episodio mítico del asesinato del emperador Francisco Fernando. Así se fue creando una dinámica que permitía, gracias al tono empleado, seguir la norma de un relato desquiciado.

FIL: Usted se ha referido a un fenómeno particular que se dio en narradores de su generación, que utilizan la vivencia como único motor de escritura. Inclusive, subió la apuesta y hablo de una sobre dimensación estética de lo urbano. Creo que los autores están condicionados por el lugar y el momento que les ha tocado vivir, por la situación política, social, es muy difícil abstraerse de la realidad que lo rodea. ¿Cómo hace usted para separar la experiencia y los condicionamientos particulares de su vida a la hora de sumergirse en un nuevo relato?

HB: Todos los escritores escribieron en contextos. En distintas regiones y situaciones históricas y políticas que pueden influir en su escritura. Me parece que hay que preguntarse porque hay literaturas diferentes, variopintas, fantásticas. Hay que preguntarse como hicieron eso. Si uno piensa en Cervantes, en Shakespeare, puede hacerse un tipo de lectura elíptica acerca de su realidad, pero también hay un juego hacia lo fantástico. Es decir que también pudieron hacer eso. Creo que por sobre todo hay adscripciones a corrientes literarias, hay siempre una fuerza histórica en cada momento, un corsé, una pregnancia. .Ahora por ejemplo, creo que hay mucha literatura etnográfica, con lo cual se encuentra más en función de la percepción. Y no solamente desde la percepción se puede escribir. Hay pensamientos, razonamientos, intelecciones y muchas otras funciones con la cual se puede escapar a los condicionamientos que imponen los contextos. En este momento hay una suerte de prurito hacia las cuestiones intelectuales. Hay una primacía de lo perceptivo. Aparece mucho la experiencia como motor. Es posible que sea un fenómeno épocal. Hay una saturación de esa estética en particular. Yo creo que toda novela supura algo, hay mucho grafismo. Sigo pensando en tu pregunta y yo me encuentro releyendo “Paradiso” de José Lezama Lima. Escribir en Cuba, sea la de Batista o la de Fidel Castro no era el contexto más propicia para la fantasía y el sin embargo lo hizo. Celine también, Raymond Roussel. Ahora se dialoga demasiado con el contexto y ahí hay interlocutores que te pueden poner una limitación.

FIL: ¿Qué influencia tiene otras formas de arte a la hora de escribir?

HB: Yo creo que influye, sí. No creo que se de una relación mecánica o lógica. Todo lo que uno esta viviendo corporalmente influye. Hay un estado de composición, se manifiesta en la predisposición a la hora de trabajar. Es muy artificiosa la división por género de las artes. Los grandes artistas eran sinestesicos, veían color en los sonidos. Eso tiene que ver más con algunas cualidades primarias que con el tiempo se van diversificando. Para mí la música es esencial en el momento de escribir. No sé qué se da primero, si lo que quiero escribir me hace buscar determinada música o viceversa. Me doy cuenta cuando leo si alguien escucha música. De hecho nos leemos mucho entre colegas y amigos, hablamos en esos términos, decimos “a esto le falta música”. Es imperceptible, pero cuando uno tiene el hábito de la lectura se da cuenta.

FIL: ¿En el ámbito político como se vive? En Neuquén se dio un caso de abuso de poder que terminó con una muerte que lamentar. Me refiero al incidente que se cobró la vida de Carlos Fuentealba. ¿Cuál fue la posición adoptada por los intelectuales?

HB: En Neuquén hay un gobierno que lleva cincuenta años en el poder, el MPN. Es un gobierno-estado o un partido-estado, totalmente anquilosado, con todos los vicios que uno se pueda imaginar. Se cree el dueño del estado, es muy corrupto y ha conseguido dividir a la sociedad. Hay quienes azuzaron esa gran represión, yo estuve ahí, al lado de Carlos cuando lo mataron. Recuerdo que se pedía un escarnio público en medio de un gran silencio por parte del gobierno, que se quebró gracias a la reacción de gran parte de la sociedad. El problema es que al ser los dueños del estado siempre vuelven. Es increíble, pero hay un lento regreso de Jorge Sobisch, el responsable político de la muerte de Carlos, de hecho ha estado en el acto de asunción del nuevo gobernador, lo cual le da un importante aval institucional para alguien a quien no han podido juzgar. Es lamentable pero tiene sustento social, ellos están ganando y se hace muy difícil para quienes le quieren hacer frente

FIL: ¿Ustedes han hecho pública su posición?

HB: Sí, hemos publicado muchos artículos, nosotros no tenemos problema en ese sentido, nuestra posición es clara, explícita, fuerte. De hecho hubo un paro docente días atrás, en donde se reclamaba una nueva audiencia para que deje sin efecto el fallo que exoneraba a todos los responsable políticos de la muerte de Carlos. El reclamo es que no caduque, ya que creemos que es un caso de delito de lesa humanidad, porque es el estado el autor del crimen. Es preocupante como se construye la justificación. Dicen “los maestros tienen que estar en el aula, no ahí”, Esos roles históricos se asignan para imponer una forma de actuar y si la maestros se revelan son piqueteros. La articulación está destinada a ocultar, a desinformar y es tan efectiva que ha conseguido dividir a nuestra sociedad.

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